En nada influirá este domingo contra el Girona (16.00), al menos sobre el campo, que la oficialidad de la compraventa se produjera ayer, con el paréntesis abierto aún de la permanencia y la autorización del CSD. La tormenta desatada por la confirmación no por esperada ha sido menos impactante por su significado, un cambio que se supone absoluto en el contenido y en el continente de un club que no ha dado todavía el salto al siglo XXI. No serán diferentes ni el estadio, la vieja Romareda, ni los jugadores ni el público, pero en la atmósfera se respirará la ilusión de un futuro nuevo que echa a rodar, de un porvenir que surca el horizonte entre la esperanza y la expectación de cuál será el proyecto real del grupo inversor americano que abandera el estadounidense Jorge Mas.
Los ocho partidos que restan no pasan a un segundo plano, pero en este contexto adquieren una tonalidad mucho más relajada para la afición, que es lo importante. Con la continuidad en Segunda prácticamente sellada si no lo está ya, la inquietud se posa ahora sobre los profesionales. Jugadores, cuerpo técnico y ejecutivos comenzarán a pasar por los despachos en cuanto se formalicen los detalles burocráticos pendientes y Raúl Sanllehí tome mando en plaza. Unos para recibir la confirmación de que regresarán a sus equipos de origen; otros, los canteranos, para comprobar si mejoran sus contratos, con Miguel Torrecilla y Juan Ignacio Martínez preparando las maletas una vez que finalicen sus compromisos el 30 de junio. En el organigrama puede que algún cargo defienda su puesto, pero no será por arriba.
Con todo por renovar y las máquinas de derribo a punto de entrar en este vetusto edificio que alberga todavía a los directivos salientes, el Real Zaragoza se enfrenta al Girona para refrendar su buen partido en Tenerife, para seguir, como dice su entrenador, justificando la nómina e intentando premiar a los seguidores con el mejor fútbol posible. La visita del equipo catalán, que llega como un cohete, resulta atractivo entre un par de propuestas antagónicas que, sin embargo, comparten dos de las más sólidas estructuras defensivas del campeonato. El conjunto aragonés intentará estrangular al Girona en el nacimiento de su juego, donde genera transiciones de máxima flexibilidad con futbolistas muy versátiles y verticales si superan la primera línea de presión. Stuani y Bustos nunca aparecen juntos en la alineación, pero entre ambos, entren de inicio o desde el banquillo, suman 27 goles, el 52% de los tantos que lleva la escuadra que pilota Míchel en dirección al playoff.
Del once que empató del Heliodoro Rodríguez no debería de moverse nada (en defensa es seguro que no) o lo mínimo posible. La vuelta de Narváez ofrece más variantes, y la confirmación de que Francho sigue de baja, unidas a las ausencias de Petrovic y Grau, vuelve a dibujar un centro del campo donde Vada, Zapater y Eugeni apuntan a repetir una vez más con la duda de si Bermejo desplazará a Borja Sainz de la titularidad. JIM no quiso confirmar si repetirá el 1-4-4-2 de la semana pasada, aunque es probable que conservando dos delanteros, uno de ellos, Azón, sea sacrificado con la caída a banda para racionalizar espacios en el repliegue.
Un domingo distinto en el plúmbeo y lúgubre calendario de nueve temporadas consecutivas en Segunda. Con la mirada puesta en la hierba, sin importar quién se siente en el palco, sombras del pasado que se difuminarán en su propia ingravidez histórica. Es el pitido inicial de un futuro que ha reactivado los corazones del zaragocismo paciente y comprensivo.