Alberto Zapater y Borja Sainz representan las dos caras de un triunfo de equipo
La mayoría de los futbolistas merecieron el notable. Dejar al Girona en un equipo vulgar no es tarea sencilla, y el Real Zaragoza lo consiguió ante todo como un equipo trabajado para la ocasión y que en este tramo de la temporada, pese a ausencias de peso en la medular, vuelve a resurgir frente a rivales de máxima exigencia. Contra los catalanes hubo dos piezas del puzzle para analizar por separado. Una, Alberto Zapater, yunque de nuevo por delante de la defensa, y la otra, Borja Sainz, el martillo mágico que ha jugado bastante menos de lo que por su calidad merece. La veteranía que consume cada metro como si fuera el último y la juventud aventura, sin domesticar por ese fútbol de mecanismos repetitivos y rutinarios
El capitán todavía da juego pese a que no hay día que alguien llame a su puerta con la carta de jubilación en mano. El de Ejea abre, escucha las críticas con el ceño fruncido e intenta disfrutar del momento como si fuera el último. Juan Ignacio Martínez cambió medio equipo y le mantuvo al frente de la embarcación mientras a su alrededor perdían aire Bermejo, Eugeni, Vada y todo el frente ofensivo. Anclado como una roca ancestral en su puesto de mando, Zapater le dio al Real Zaragoza personalidad y tablas, con una sabia lectura de cómo administrar sus fuerzas, de cómo contagiar a sus compañeros y explicarles que 36 años pesan, sí, pero en ocasiones como oro en la balanza.
Borja Sainz juega para el espectáculo y para su espectáculo. Es decir para disfrute o desesperación de la gente. No se sabe muy bien las razones por las que no ha vestido en más ocasiones la casaca de titular que tan bien le queda. Otro misterio de JIM. La cuestión es que en este equipo es el único representante de esa estirpe de burladores que la modernidad van exterminando y castigando. Cuando la pelota se posa en sus botas, se le aceleran todos los mecanismos rebeldes, y mira siempre hacia arriba, escudriñando pasillos secretos por la tumba del faraón. Ante el Girona halló su segundo tesoro después de aquel frente al Sporting. Despegó desde el centro del campo con dos guardaespaldas poniéndole los grilletes, pero el joven Houdini escapó de la caja fuerte y en su huida se sacó una paloma de la manga del botín para que Juan Carlos la viera volar por encima de su cabeza antes de posarse en la red. Los hechizos del yunque y el martillo.
No estoy de acuerdo en lo de que Borja Sainz ha jugado menos de lo que se merece. Lleva 3 partidos muy buenos, siendo uno de los mejores del equipo y siento mucho que no pueda estar frente al Huesca porque podía marcar las diferencias. Pero nos olvidamos de todos los partidos en los que ha sido intrascendente y que Puche estaba en la ruleta de cambios antes que él. En aquellos partidos no podíamos más minutos para Borja sino que pedíamos menos…