Las necesidades, las angustias, los errores, sobre todo en la finalización de las ocasiones, y los temores se amontonaron en un partido que Osasuna afrontaba apurado y que para el Huesca significaba una de sus últimas oportunidades para confiar en una permanencia cada vez más próxima a la utopía después del empate final sin goles. El encuentro se disputó con el corazón a mil revoluciones porque para los oscenses ya no se entiende otra forma de vivir la competición. Tuvo un larguero de Vavro y cabezazo de Mir que prolongó algo desviado la gomina del delantero. Kike Barja contó con la suya en la recta final con un frentazo que Andrés Fernández desactivó con sus reflejos. Por el camino, un Osasuna homogéneo en la búsqueda de que nada ocurriera y un Huesca más pasional aunque casi con idénticas reservas para desatarse en busca del triunfo.
En los últimos minutos, Pacheta no pudo más y se ganó la atención de las cámaras. El entrenador, artífice de haber devuelto la ilusión al equipo con sus entusiastas mensajes y con su giro hacia una armadura más defensiva, fue incapaz de contener la tormenta neurológica que se apoderó de sus gestos y que caló su alma. Por muy entero que parezcas, por muy firme que sean tus convicciones, llega un momento en que te vence el factor humano. Se derrumbó por completo primero para refugiarse en el túnel de vestuarios con cara de niño desorientado ante una falta que iba a ejecutar al equipo navarro y después para caer al suelo de rodillas de pura desesperación tras un par de ocasiones no concretadas por Escriche. El pelucón de Aridane salvó el tanto del punta y, en el minuto 95, un disparo del atacante, que se había ganado la posición en el área, se marchó dejando el pintalabios del balón casi junto al poste.
Pacheta asustado. Pacheta reo de desesperaciones. Fue un espectáculo al margen pero directamente ligado al partido, en concreto al Huesca, que ahora mismo juega alimentado por el grueso cordón umbilical que le une a su entrenador. El técnico dejó lugar al ser humano, que manifestó su exasperación arrodillado sobre el césped con la capucha de su sudadera cubriéndole la cabeza como a un monje desencantado con Dios, como quien espera en el cadalso el inminente frío de la guillotina, la misma que pende a un centímetro de su Huesca.
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— SD Huesca (@SDHuesca) March 20, 2021