El Real Zaragoza renunció al fichaje por dos temporadas de Gaizka Campos pocas horas después de haber anunciado el acuerdo para su contratación. La causa no es nueva: la memoria de las redes sociales fue rastreada y se encontró tuit publicado por el portero en su cuenta cuando tenía 16 años. Decía que el equipo aragonés le daba «asco». Se puede cuestionar si la decisión del club fue ajustada o desproporcionada. Las opiniones, más o menos divididas, se han diseninado precisamente por el mismo espacio digital, dando por excelente la rotunda determinación del Real Zaragoza o señalando que se debía haber sido más flexible porque ese error o pensamiento se circunscribe en la adolescencia. «Después de una profunda reflexión, el Real Zaragoza ha tomado la difícil decisión de no fichar a Gaizka Campos. Esta resolución no ha sido sencilla, pero uno de los pilares fundamentales de esta institución es el respeto a nuestra historia y a nuestra afición. Tenemos la responsabilidad de ser fieles a esa máxima», se leía en un comunicado de última hora.
El Real Zaragoza expone en esa nota un argumento lícito y respetable aun abierto a la interpretación individual de quien estime que el castigo ha sido excesivo: defiende la honorabilidad de la institución e incluso valora, con una relativa visión de futuro, lo pernicioso que sería para el jugador vivir en una atmósfera de tensión constante. «El club comprende que la publicación en redes sociales del guardameta en el año 2013 se trató de un error de adolescencia que no refleja la persona y profesional que es. Sin embargo, también entendemos que la presión que conlleva una circunstancia como ésta dificultaría mucho su desarrollo como futbolista dentro del club». El arriesgado e indomable océano de las redes sociales le ha devuelto a Gaizka Campos aquel mensaje insolente que lanzó siendo un chaval. La cuestión de esta polémica viral es cómo acabó ese tuit en la mesa del Real Zaragoza.
Las empresas tienen sus equipos de batida en las RRSS cuando se disponen a hacerse con los servicios de un profesional, por lo que general con cuentas de las que se puede extraer información valiosa para realizar un perfil paralelo al del currículum tradicional. En el caso del portero vasco, esa exploración no la realiza el Real Zaragoza, sino un un usuario que hace visible el tuit y que provoca que el club cuelgue un primer comunicado sin marcha atrás en el que explica que va a estudiar la situación. Es decir, la tormenta y sus consecuencias no son producto de un trabajo de investigación, sino de otro tuit de un particular que, a muy mala hostia, se preocupa de bucear en el pasado digital del futbolista. De esta forma, el Real Zaragoza ha sido tentado a actuar de juez por un anónimo, no por su propia iniciativa, mordiendo un anzuelo envenenado, el espacio siempre en cuarentena de las redes sociales.