El Real Zaragoza ha suspendido con nota el examen de agosto. Como mal alumno habitual en los últimos mercados estivales, ha recurrido a las justificaciones comunes en este contexto: buen rollo táctico, sensorial y colectivo para prometer que la recuperación se producirá en septiembre. En posición de descenso, con único gol a favor, cuatro partidos sin ganar y una rebaja competitiva propiciada por malas decisiones del entrenador y por la falta de calidad global del grupo, el objetivo es agarrarse a la corrección defensiva para ir tomándole el pulso al torneo antes de que sea demasiado tarde. La tenía y la perdió contra el Lugo, donde se implicó también Cristian, su caja de seguridad inabordable. La visita a Ponferrada (18.30) se aborda desde el deseo de victoria, pero sobre todo desde la obligación de recuperar la seriedad como equipo. A la enfermería donde estaba Azón se ha sumado Francés durante al menos un mes, por lo que Carcedo tendrá recomponer la parte de atrás con Lluis López, un futbolista esponjoso, y seguramente con el debut del colombiano Fuentes, un lateral de perfil ofensivo cuya aportación, en principio, no asegura una gran mejora de prestaciones en relación a la producción de Nieto.
No será sencillo que las piezas encajen con ese par de variantes por decisión técnica y por obligación, pero si el Real Zaragoza quiere tomar el camino correcto estará obligado a empezar por el principio, es decir a que su portero y su zaga huyan de todo tipo de error. Y en ese trabajo debera implicarse también Grau, quien regresa de su partido de sanción y suele ejercer como elemento de equilibrio en la siempre delicada zona que se localiza cerca del área propia. El centrocampista compartirá de nuevo dirección y rigor junto a un Manu Molina, una sociedad cuestionable ya que si logra un cierto control, no imprime velocidad en la circulación del balón y empasta la verticalidad. En la medular estarán acompañados por Vada –con alguna lejana opcioón para Eugeni– y Bermejo, en teoría los encargados de darle al balón un toque de distinción sin olvidar el trabajo corporativo que exige esa parcela cada vez más física. Arriba es donde puede producirse la gran novedad con el estreno de Pape Gueye como gran referencia atacante en todos los sentidos. El senagalés tiene que aparecer en escena seguramente antes de lo previsto por el técnico, pero sin desplazar del once a un Giuliano Simeone que en sus dos últimas participaciones ha aportado explosividad y hasta puntería.
El Toralín se le he negado siempre al Real Zaragoza. Es un dato sin más. Lo fundamental es que el conjunto aragonés, ante un rival que en su estadio siembra la mayoría de sus éxitos, gane peso en las áreas y se abrigue lo suficiente en la medular. No tiene pegada y su posesión no alcanza para intimidar salvo que surja Gámez por su carril o Bermejo amague con el disparo en diagonales. Los nuevos alumnos, Fuentes y Gueye, tiene mucho que decir en ese doble ejercicio de recuperación, el del gol, asignatura pendiente desde hace cursos, y la fortaleza atrás, notable hasta hace una semana. La primera victoria no espera, hay que ir a buscarla. Una insistencia en la contemplación será mala estrategia para un Real Zaragoza que ha empezado a dudar de su identidad incrustado en el sótano de la clasificación.