He leído que el Ayuntamiento de Zaragoza otorgará a José Luis Violeta la medalla de la ciudad a título póstumo. Me alegro mucho por su familia y amigos más cercanos que disfrutarán del acto y podrán recordar con más orgullo si cabe al “gran capitán”. De todas maneras y sin que mis palabras signifiquen nada en contra del consistorio de la capital aragonesa, no creo en este tipo de homenajes. En esta tierra somos muy dados a llorar a nuestros muertos y ensalzarlos, incluso personas de ideologías diferentes, porque todos quieren salir en la foto y llevarse su parte de mérito ante la población. Y no es de ahora esa cultura de la muerte que nos lleva a las lágrimas, al llanto y a decir a todo el mundo lo íntimos que habían sido del fallecido. ¿Qué ha hecho el conjunto maño por Violeta? ¿El partido homenaje? ¿Ceder el estadio para el adiós de la afición y de las personalidades de nuestra urbe? Tampoco Zaragoza ha realizado nada importante desde su adiós al fútbol el 30 de junio de 1977. No sabemos tratar como referentes a nuestra buena gente en vida y solamente nos importa nuestra aportación social cuando mueren. Y eso no es justo.