JIM prepara cambios en el once y en la actitud del equipo ante la urgente necesidad de ganar al Fuenlabrada para no verse más cerca del descenso
El partido contra el Fuenlabrada (21.00) se presenta en la segunda vuelta con la misma y urgente necesidad de ganar a los madrileños que en la ida en lo que supondría, en caso de producirse, la primera vez que el Real Zaragoza vence al mismo equipo en dos ocasiones esta temporada. Acude a la cita contra las cuerdas, mejor que en La Romareda, donde empezó el encuentro colista después de seis derrotas consecutivas repartidas entre Baraja e Iván Martínez, pero inmerso aún en la lucha por la permanencia, con menos tiempo para la reacción y un calendario para acongojar al más valiente. Entonces era último y superó a los madrileños con un taconazo de Narváez. Hoy está a tres puntos de la frontera del pánico, aunque arrancará su compromiso en peor situación porque antes se miden Cartagena y Alcorcón para reducir distancias con los aragoneses. Teniendo en cuenta que su próximo rival será el Almería, le conviene salir a por todo pese a que un empate se presente seductor según se han puesto las cosas, de un color tirando a negro sobre negro. No está el equipo de Juan Ignacio Martínez para gestionar ningún resultado, por lo que, con o sin fútbol, solo puede negociar consigo mismo la victoria. Fuera de casa, sí, otro reto puesto que en todo el curso solo solo ha conocido el triunfo como visitante en Málaga.
Las tablas contra Logroñés y Cartagena le han hecho mucho daño. En primer lugar porque dejó escapar la oportunidad de quedarse cerca de la salvación, y en segundo porque en esos dos partidos recuperó la imagen borrosa y bochornosa de haber perdido el norte por completo. Las heridas matemática y la psicológica han sido muy profundas, tanto que el entrenador, como no podía ser de otra manera, prepara cambios en la alineación. Lo lógico sería ver desaparecer a Peybernes, Eguaras, Bermejo y Alegría del once para que entrasen Jair, Sanabria, Adrián e Iván Azón, y que el pilotaje recayera en Francho. Pero el entrenador no se atreverá a mover tantas fichas. Dos o tres como mucho, con Azón y Adrián a la cabeza de las apuestas y no pocas papeletas para Sanabria. Si es así, insuficiente para dotar de la frescura necesaria a un Real Zaragoza que necesita afilar más su ataque y ser dirigido con mayor prestancia y velocidad.
Nada, ni siquiera esa minirevolución que prepara JIM, asegura el éxito en esta complicada misión frente a un Fuenlabrada que lleva las mismas victorias que el Real Zaragoza, nueve, pero al que resulta una odisea derrotarle. Un adversario duro, muy físico, imprevisible, rocoso en el cuerpo a cuerpo aun sin Nteka, baja por sanción. Capaz de triturar al Mallorca y, con uno menos por expulsión de Nteka, rendirse a una goleada del Espanyol. Tarjetero, en amarillas y rojas, como el que más… El mejor argumento que expone el equipo aragonés es, una vez más, su solidez defensiva, acentuada desde que vino JIM y cerró la cremallera. Sus penas ofensivas siguen siendo las mismas de siempre. Al margen de los números, somatiza sus dudas y las hace visibles para cualquier contrincante, que con poca cosa le hace pasar un calvario.
El reloj de la competición marca la hora de la verdad. De nada sirven ya las excusas, las lamentaciones y las acusaciones cruzadas sobre quién merece la porción más grande de la culpa de sufrir un Real Zaragoza al borde de la cloaca. El futuro, posiblemente la supervivencia de la institución, está en manos de la plantilla y su entrenador, de cambiar de actitud para rescatar su gen competitivo. De cambiar hacia un equipo menos acomplejado porque el mayor de los riesgos, ahora, es no asumir ninguno.