El jugador aragonés marca de cabeza a su exequipo, que ofrece otro deplorable partido antes y después de la expulsión de Giuliano y acentúa una crisis al borde del descenso que deja a Carcedo en la lona
Se podía imponer cualquier colmo en este partido, y fue el más hiriente. Jorge Pombo, hijo del Real Zaragoza en busca de fortuna muy desigual por esos clubes de Dios, marcó de cabeza el gol de la derrota del conjunto aragonés en Santander. No lo celebró, pero sí tomó el balón y se lo metió bajo la camiseta para festejar algún embarazo. Las paradoja dio a luz al disparate. La banda de Juan Carlos Carcedo, porque ya de equipo lo ha perdido todo, mereció salir triturada de Santander porque ni antes ni después de la expulsión de Giuliano hizo mérito alguno para sumar un punto. Cuando se quedó en inferioridad, Cristian Álvarez le salvó de una humillación de órdago con un majestuoso recital de intervenciones. Un dato para la posteridad y para el currículo de Carcedo, quien cae a la lona de la destitución a la espera de que Sanllehí decida activar la cuenta atrás de la destitución o concederle un asalto más contra el Villarreal B: tres de los cuatro grandes desastres se han producido contra rivales en zona de descenso, Lugo, Mirandés y un Racing mucho más modesto que hizo su trabajo bastante mejor desde la doble amarilla a Simeone. En ese triángulo degradante, sólo se ha marcado un tanto… Ah, y no entra en descenso por la aplicación de la ley del Juego Limpio: con 10 puntos y empatado a todo con el Oviedo, 19º, el peso de las tarjetas sale en su socorro.
El encuentro no hay por dónde cogerlo ni casi contarlo. Verlo resultó un suplicio y la ratificación de que el Real Zaragoza es un afligido ejército de perdedores en mitad de la peor de las trincheras, la del convencimiento de que la ley de Murphy está hecha a su medida. Ansioso, precipitado, impreciso, desnutrido de liderazgos en el campo y en el banquillo, el Racing, que no había marcado aún en casa, le condujo a su terreno igual de yermo. Como los cántabros saben sembrar en la infecundidad, crecieron en el caos, que se cobró a Giuliano, víctima de la histeria colectiva de sus compañeros con el balón y de un par de entradas subidas de todo del argentino. Sólo una acción de esas características podía desequilibrar la balanza, y lo hizo como un puñal atraviesa el corazón enfermo. A partir de esa expulsión, el conjunto que dirige Fernández Romo estableció las reglas básicas pero eficaces para asediar la portería de Cristian, héroe inútil de nuevo.
El pim pam pum no fue académico, pero sí inteligente y sin tregua. Por la vía de la sucesión de ocasiones o por aplastamiento, los locales, por medio de Tienza con dos cabezazos, Matheus Aias con un frentazo y un disparo al poste y una rosario de llegadas de todos los colores, el Racing protagonizó el sitio de Carcedo hasta que un saque de esquina, Gueye, Zapater y Jair dejaron que Pombo, incrustado entre los tres, abrillantara su calavera con un saltito para batir al arquero argentino, quien ya había consumido sus siete vidas. El zaragozano había hecho un partido muy suyo. Yo me lo guiso, yo me lo como, su famosa receta de anarquías donde en una jugada le sale lo divino y en cuatro sus compañeros le lapidarían por tomar decisiones equivocadas. Pero era el ecosistema perfecto para él, el desgobierno para ponerse la corona y reinar.
Carcedo volvió a agitar la alineación con Manu Molina y Mollejo, este por Vada, como novedades más relevantes. Ni hubo control ni más pegada pese a que en los primeros minutos el pequeño de los Simeone le puso un gol a Azón que el delantero no supo interpretar. Todo pasó por en la túrmix de la aceleración de velocidades equivocadas, del delirio de los errores forzados y sin forzar. El 0-0 se hizo fuerte y nadie le iba a ganar el pulso en el marcador. Pero en la sinfonía de la confusión, el colegiado indicó Giuliano el camino del vestuario, al límite de la primera parte. Carcedo, una vez más, se quedó como la mujer de Lot pero en versión sosa y fue trufando la lisiada resistencia con Gueye, Zapater, Larra y Puche. Hasta que Pombo se sentó en el trono e inseminó a su exequipo de un futuro sin vida.
Racing: Miquel Parera, Satrústegui (Saúl, m.68), Pol Moreno, Rubén Alves, Íñigo, Fausto Tienza (Arturo, m.68), Vicente (Camus, m.79), Pombo (Peque, m.88), Mboula y Matheus (Ayoub, m.88).
Real Zaragoza: Cristian Alvarez, Fran Gámez (Larra, m.79), Lluís López, Jair, Fuentes, Francho (Zapater, m.68), Manu Molina (Puche, m.79), Jaume Grau, Mollejo (Vada, m.55), Azon (Gueye, m.68) y Giuliano Simeone.
Gol: 1-0, m.72: Pombo.
Árbitro: Busquets Ferrer (Comité balear). Amonestó a los locales Pombo, Tienza y Peque y a los visitantes Álvarez, Molina y Jaume Grau. Expulsó a Giuliano Simeone por doble amarilla.
Incidencias: partido de la décima jornada de LaLiga SmartBank, disputado en Los Campos de Sport de El Sardinero ante 9.972 espectadores
El desastre es mayúsculo y la humillación a la afición no tiene perdón. El entrenador no sirve, de acuerdo, pero los jugadores son los máximos responsables de lo que hemos visto y carecen de vergüenza. Para jugar organizado y con garra no hace falta entrenador. Carcedo y Torrecilla mo pueden estar un minuto más en el R. Zaragoza.
La plantilla, prácticamente igual a la del año pasado, va a dar igual quien la dirija. Es muy mediocre. Y encima leemos en El Periódico de Aragón que Carcedo es un entrenador mejor pagado que los anteriores. Los nuevos propietarios y su empleado Sanllehí, responsables de este nuevo despropósito de «banda», que no llega a equipo.
Totalmente de acuerdo con los anteriores comentarios. Entrenador y jugadores son auténticos deshechos, pero, sobre todo, el «amigo» de JIM.
Esto no tiene buena pinta para nada, me temo lo peor.