El entrenador del Andorra, el equipo que más relación tiene con la pelota en Segunda (64.9%), entiende este deporte desde el protagonismo del futbolista. Apadrinado por Quique Setién, ha dado vuelo de altura al club del Principado
Como todo niño, y más si su padre es Manolo Sarabia, figura del Athletic campeón de Liga y Copa a mediados de los 80 y subcampeón de Europa con la selección española, Eder quería ser futbolista profesional. Jugó en la Regional y en la Tercera del País Vasco, pero según reconoce el actual entrenador del Andorra, le faltaba cuerpo. Además, entre los 18 y los 20 años, sufrió una hernia discal y una protusión posterior que le obligaron a parar. A los 24 se le rompió el cruzado y enfocó su afición en otra dirección, la de los banquillos. Sin trauma alguno cogió un equipo del barrio de Cruces, cerca del hospital donde había nacido, y con el tiempo le reclamó el Danok Bat, una de las mejores canteras de Bizkaia.
A su padre le había visto poco en San Mamés y sus recuerdos de la infancia se concentran en la etapa de la Pantera Rosa en Logroño, donde coincidió con un Quique Setién que sería fundamental en la posterior trayectoria como técnico de Eder. Entre esos dos referentes del buen gusto, su padre y el actual entrenador del Villarreal, añadió también su admiración por las ideas plasmadas por Johan Cruyff en el Barça. Con ese cóctel y la influencia que ejerció Manu, amigo del recién desaparecido José Manuel Llaneza, le entregaron el juvenil del Villarreal, un destino perfecto para seguir en el aprendizaje de una profesión que le apasiona. Siempre muy atento al ciclismo y al tenis, de los que es devoto seguidor –sobre todo de Nadal–, y con una notable actividad en la redes sociales, donde interactúa con opiniones, reflexiones muy frescas y nada prefabricadas y una constante mirada positiva hacia su Andorra.
Con 41 años tiene dos puntos en común con Juan Carlos Carcedo, la evolución a través del estudio de lo propio y de lo ajeno y de lo que corresponde aplicar en cada momento y el haberse curtido en la élite a la acogedora sombra de dos entrenadores como Unai Emery y en su caso Quique Setién, al que considera su segundo padre y a quien acompañó en Las Palmas, Betis y Barcelona. Vehemente en ocasiones –expulsado en seis encuentros y sancionado varias veces en esa etapa, en una oportunidad con tres partidos– y reflexivo por lo general, Eder Sarabia atendió la llamada de Gerard Piqué para hacerse cargo como primero del Andorra, con el que logró el histórico ascenso a Segunda. En un proyecto sin prisas ni, en teoría, la dictadura de los resultados, Sarabia trabaja con especial atención el aspecto mental, la forma de motivar a su plantilla.
No le gusta esperar si no marcar el ritmo de los acontecimientos en función de las herramientas de que dispones. Así lo explicaba en una reciente entrevista. «¿Qué es jugar bien? Al fútbol se puede jugar bien de diferentes maneras. Los entrenadores podemos tener una idea y luego está la plantilla. Por ejemplo: si tienes muy buenos jugadores de banda, buscas sacar buenos centros, o si tienes delanteros muy grandes, pues igual juegas más directo… para jugar bien hay muchos caminos. Nuestra manera es sobre todo valiente, de construir desde atrás y ser protagonistas con el balón. De lo que más orgulloso estoy es de que estamos convencidos de esa idea desde el minuto uno hasta el final». El Andorra es el equipo que más relación tiene con la pelota en Segunda (64.9%), por encima incluso del Las Palmas, una escuela que históricamente gira entorno al balón. «Nos comparan a ellos, y me siento orgulloso», dice el bilbaíno.
El camino. El análisis. El proceso.
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Eder Sarabia, un no parar en el banquillo del Barça. #NoticiasVamos pic.twitter.com/7QstSIphB3
— #Vamos por Movistar Plus+ (@vamos) March 2, 2020