Carcedo, el escudo del capataz

Siento el dolor de las personas que son recriminadas por miles de espectadores en un estadio; árbitros, jugadores, entrenadores y directivos de los clubes que saben de la posibilidad del rechazo porque les entra en el sueldo. Hay veces que se lo ganan a pulso pero sus sentimientos deben ser despedazados al llegar a sus casas. Es cierto, son profesiones bien remuneradas y puede merecer la pena aguantar para crear un patrimonio o seguir en el mercado yendo de un lado para otro. Por eso pienso que es tan importante la comunicación que consigue la cercanía con el público y observar otras posibilidades del ser humano puesto en la picota. Una reunión con Carcedo con un grupo de periodistas de la ciudad, incluidos los que estamos fuera de los medios convencionales y nos desenvolvemos en plataformas digitales, hubiera hecho que se sintiera cómodo en un clima no hostil. Que influyese también en la manera de expresar las críticas por los malos resultados y que el público pidiese el cambio pero con menor agresividad. Del silencio se aprovechan los dueños y los capataces, porque les interesa tener escudos para que los abucheos no lleguen a ellos hasta el final.

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