A por otro rayo de luz en la Costa del Sol

El Real Zaragoza juega en Málaga por su cuarta victoria consecutiva, un triunfo que le sacaría de la última plaza para meterse con pedalada firme entre el pelotón de los rezagados

El Real Zaragoza no juega partidos desde hace seis jornadas, cuando Rubén Sellés cogió el banquillo. Juega una liga cada fin de semana. Primero fue la de ganar su primer encuentro con el tercer entrenador, circunstancia que se produjo tras caer con Sporting, Deportivo y Granada; después el segundo hasta firmar el triplete de victorias consecutivas contra el Leganés con el fútbol como aliado, una alineación reseñable por la continuidad de jugadores y un dibujo táctico que confirmó un crecimiento competitivo. El nueve de nueve puntos en situaciones variopintas le ha servido como elemento imprescindible de aproximación hacia su objetivo de permanencia y como vitamina moral, pero aun habiendo hecho cosas, no ha hecho nada, como bien recuerda el técnico cada vez que alguien sugiere organizar una fiesta en la sima de la clasificación. Este lunes espera el Málaga en La Rosaleda (20.30) para encadenar un cuarto triunfo en nuevo torneo distinto a los anteriores, en nada comparable a los posteriores con Cádiz y Burgos, en principio donde empieza la rampa más dura del calendario en una primera vuelta que culmina frente a Las Palmas y Racing. De lo que suceda en esta media docena de fragmentos del campeonato dependerá cómo encarar el futuro sin ensoñaciones con el mercado de invierno. Y en todos ellos está obligado a ser mejor, por supuesto a asumirlo como si lo fuera si quiere unirse al pelotón de los rezagados.

Rubén Sellés administró el abatimiento y ahora lo hace con la esperanza. Sin mirar hacia atrás ni adelante, estupenda estrategia para un equipo que está cogido con hilos y que cuyo margen de mejora y evolución depende del trabajo colectivo, del orden y de la máxima explotación de sus reducidas virtudes, quizás suficientes para llegar a meta dentro del tiempo de control y con cuatro clubes por detrás. Este desplazamiento no es una etapa de transición ni el empate un premio suficiente por muy tentador que resulte. El Real Zaragoza ha iniciado una reacción viviendo al límite, despojándose de su vulnerabilidad, y muy consciente de que puede abandonar la última plaza si se lleva este encuentro e incluso si iguala en el caso de que el Mirandés pierda en Las Palmas. Los tres puntos son mucho más sabrosos: se metería de lleno y con el viento de cola de una racha estupenda entre el pelotón de los rezagados, a los que había perdido de vista y ahora amenaza. Éibar, Andorra, Real Sociedad y Huesca, perdedores esta jornada, sentirían su aliento muy de cerca. También el Leganés y el Málaga en caso de verse superado por los aragoneses. La zona baja está que arde. Es cosa de que el equipo de Sellés aumente la altura de las llamas en su huida del infierno.

Todo indica que el entrenador valenciano va a repetir once y que la Copa fue un banco de pruebas sin más sin que ninguno de los aspirantes a la titularidad haya dado motivos por el momento para hacerse un hueco entre los principales. Sobre todo Bazdar, de nuevo fuera de una citación a la que regresa Dani Gómez. Le ha salido bien y están todos sanos. Andrada, Aguirregabiria, Insua, Radovanovic, Pomares, Keidi Bare, Guti, Francho, Valery, Soberón y Kodro. No es una alineación deslumbrante pero es la que mejor encaja en el plan de Sellés, una idea sencilla que consiste intimidar al rival no desde la contemplación sino desde la gestión del balón en campo contrario el mayor tiempo posible, en ataques por lo general posicionales y en el robo tras pérdida. Impedir en cualquier caso que el adversario se lance a transiciones que podrían dañarle. El Málaga de Funes, relevo de Pellicer, sólo ha perdido un partido en casa, contra el Cádiz, tiene mucho gol ante su público y se defiende con cierta solvencia. Un equipo alegre y, a su vez, vulnerable, como todos en esta categoría ciclotímica. El Real Zaragoza juega su liga una vez más. No puede olvidar de dónde viene y dónde está todavía para acometer cada partido como si le fuera la vida.

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