El centro del campo del Real Zaragoza pedía un corazón a tiempo completo como el del canterano, pero también un salto de calidad técnica para alimentar el juego plano de la medular y a la delgada línea atacante
El regreso de Raúl Guti, un futbolista de clase media de Primera División, admite pocos debates en cuanto a los beneficios físicos que aportará al centro del campo, zona transitada por futbolistas como Aguado, baja ante el Sporting por acumulación de tarjetas y alejado de la magnífica versión que ofreció en el Andorra como termostato del singular juego del equipo de Eder Sarabia, y un Toni Moya a años luz de alcanzar la jerarquía que se le suponía al menos en el marco de esta categoría. ¿Quién será el sacrificado por Julio Velázquez de cara al futuro de ese triángulo en el que Francho tiene garantizado el puesto? Guti ejerció de lugarteniente de lujo de Eguaras y Zapater en la temporada 2017-2018, y su ausencia en el playoff contra el Numancia por causa de una pubalgia resultó fatal para el conjunto de Natxo González. Dos cursos después, tiró del carro, con cinco goles y una asistencia, y de Eguaras, Kagawa e Igbekeme para conseguir de nuevo un puesto de promoción, pero una musculatura exprimida y sobre todo una molestias en el tobillo volvieron a descabalgarle del playoff perdido contra el Elche. Más que una espina, como reconoció en su presentación, lleva clavado un puñal por no haber estado presente en las citaciones más importantes de ambos campeonatos.
Ahora viene, ya con 27 años y un viaje por el cosmos que le ha mostrado las dos caras de su imperio, la de la felicidad y el desencanto, con varios bidones de combustible e ilusión para equilibrar el depósito de un mediocampo con más piernas que imaginación, en parte como consecuencia de planteamientos de dos entrenadores que, aun antagónicos, han preferido echar el cerrojo de la puerta por dentro antes que aventurarse a abrirla. Tampoco los futbolistas empleados han exhibido ninguna genialidad para profundizar más allá de la planicie de ideas impuestas en la medular ni para alimentar de pases ni asistencias a la ya de por sí delgada línea atacante. No resulta sencillo descubrir cuál será el papel concreto de Guti en un dibujo que no cambiará de forma. Sus pulmones de acero son los de un 8 clásico, de desborde por potencia y repliegue generoso, con un notable lanzamiento de media distancia. En principio debería desplazar a Moya de la alineación para no alterar demasiado el ecosistema, aunque Velázquez podría tener otros planes si opta por un Guti más posicional y centrado por delante de la defensa.
No tiene mucho gol aunque suele soltarse con decisión hacia zonas altas ni tampoco es un asistente. El futbolista zaragozano posee sin embargo un acentuado criterio con el balón, al que transmite energía y circulación. La sensación, en nada estimulante para el salto cualitativo que necesita el grupo, es que se le va a buscar un espacio en el once cuando lo que se reclamaba era un líder con un mayor catálogo de virtudes. Sumará y multiplicará en el campo, aunque su respuesta global resulta una incógnita en función de lo que le pida Velázquez y de que sintonice con sus acompañantes. No cabe duda de que el técnico salmantino gana todavía más en trabajos defensivos en un Real Zaragoza que, sin embargo, continúa chato y sin olfato ofensivo. Guti no va a poder con todo por muy fuerte que sea su compromiso. Necesita que el resto del equipo dé sentido a su alma estajanovista.
Foto Real Zaragoza
La buena noticia es el regreso de un jugador que siente los colores en un momento de total mercantilismo del fútbol. Pero este equipo requiere muchas más cosas. Talento en primer lugar. Disfruta Guti. Suerte
No entiendo esta incorporación. Me consta que su compromiso será total, pero no va a representar un salto de calidad en el equipo, más necesitado de talento que de músculo.