El Real Zaragoza de Rubén Sellés, que jugó toda la segunda parte con uno más y no tiró a puerta, calca en El Molinón la indigencia futbolística que le lleva al descenso desde hace tiempo (1-0)
Quiso Rubén Sellés poner su sello en el Real Zaragoza para que estuviera más junto, jugara por dentro y combatiera como nunca. Pero el técnico ha heredado un equipo que va directo al descenso por indigencia futbolística. La pobreza de recursos golea a las buenas voluntades. Da igual quién se siente en el banquillo. El Sporting sólo necesitó una acción de estrategia para batir a Adrián, una de las seis novedades que presentó el entrenador valenciano en su estreno, para ponerse por delante y ganar el partido. Se sentía incómodo el conjunto de Borja Jiménez ante un rival con orden y energía, pero en un córner estudiado, Otero aprovechó la pantalla que le hicieron sus compañeros para cabecear a la red sin oposición alguna. Calidad táctica e individual para desenredar el marcador, dos cuestiones que le suenan a chino al conjunto aragonés. Aun así, una serie de accidentes locales, las lesiones de Gaspar y de Otero, y la expulsión de Dubasin por un codazo a Pomares situaron al Real Zaragoza en un escenario inmejorable para considerar y buscar la victoria. El cambio de Gelabert en el descanso dejó al Sporting sin sus mejores actores, los más goleadores y asistentes, para formar con una línea de cinco y resistir toda la segunda parte. Y lo hizo en un soberano ejercicio de oficio y gracias a un adversario que está en la categoría para pedir limosna.
Puede que quede tiempo, pero en ese reloj las agujas son guadañas para un Real Zaragoza que en toda la segunda parte, en superioridad y con las asturianos cosidos a su área sin más ambición que largar la pelota lo más lejos posible, no tiró una sola vez a portería. Soberón, solitario delantero en la alineación, tuvo la única y mejor ocasión en la primera mitad, un balón que Rubén Yañez sacó de un manotazo cundo se colaba. Ahí se acabó la historia ofensiva de este coro de desdichados que en cuanto se aproximan al área sufren de ceguera crónica y pierna de palo. La formación y el dibujo iniciales perseguían una presión alta y una ocupación racional de los espacios en el centro del campo. Tachi hizo de Akoukou junto a Francho y Cuenca, Guti y Valery se alinearon por delante para ejercer una presión alta. Parecía que algo iba a cambiar porque había un poco más de chispa por las novedades y una predisposición a angustiar la salida del Sporting. El tanto de saque de esquina acabó con el plan y la roja al Pingüino, en lugar de estimular al Real Zaragoza con todo un mundo por delante, acentuó la certeza de que el lugar de este equipo es el tercer mundo de este deporte, al que va de cabeza. Tiene una plantilla subdesarrollada por mucho que Txema Indias, padre de la monstruosa criatura, se niegue a reconocerlo.
Su alma de perdedor le impidió postularse en momento alguno ya no por el triunfo sino siquiera por el empate en un perfecto ejercicio de descarrilamiento deportivo. Con la concesión absoluta de la pelota y el Sporting transformado en un rompeolas, Sellés intentó darle la vuelta a esa tortilla quemada en espíritu y en cuerpo, porque físicamente tampoco da la talla. Primero se fue tocado Radovanovic y luego Tachi, que había pasado a central para que Saidu ocupara su puesto. Valery pidió el relevo con molestias y Adrián aguantó después de ser atendido en un par de ocasiones. La enfermedad alcanza a todas las plantas de este edificio en ruinas. Dani Gómez, Pau Sans, Sebas Moyano y Kodro fueron entrando a escena para agigantar la impotencia creativa, la incapacidad para fabricar una sola oportunidad razonable. El Real Zaragoza hizo de su esquizofrenia un espectáculo dantesco, con cacerolas colgadas desde cualquier punto del campo en busca de rematador, con disparos de fogueo a la grada y conducciones a ninguna parte que el Sporting desactivó con la firmeza del gigante que se siente intimidado por una hormiga.
¿Qué han hecho con el Real Zaragoza? El 0-5 contra la Cultural parecía un golpe de gracia, pero lo sucedido en Gijón aproxima al equipo al garrote vil al que le han condenado desde que los nuevos propietarios llegaron con maquinaria especializada en demolición. Año tras año, en la elección de entrenadores (pobre Sellés), de directores deportivos, de directores generales y de futbolistas han ido rebajando expectativas. La teoría de que hay mejor equipo de lo que dice la clasificación ha pasado al catálogo de los peores y más dolorosos chistes. Cada jornada es más colista y hay responsables dentro del organigrama de la institución y en la jefatura de las instituciones públicas, coautores de esta dramática situación. El próximo partido se disputa en casa contra el Deportivo y gran parte de la afición quiere manifestarse. También tiene las puertas del Gobierno de Aragón y la del Ayuntamiento para acudir a protestar. En 2027 podrá hacerlo en la Nueva Romareda, con los mismos en el palco y un adversario de 1ª RFEF en el campo. Total hay Mundial.
Sporting Gijón 1: Yáñez; Guille Rosas (Kevin, minuto 82), Pablo Vázquez, Perrin, Diego; Alexandre, Corredera (Loum, minuto 82); Dubasin, Gelabert (Amadou Matar, minuto 46), Gaspar (Nacho Martín, minuto 36); y Otero (Pablo García, minuto 45+4).
Real Zaragoza 0: Adrián; Aguirregabiria, Insua, Radovanovic (Saidu, minuto 38), Pomares; Tachi (Sebas Moyano, minuto 60), Francho, Guti; Valery (Kodro, minuto 74), Cuenca (Dani Gómez, minuto 60); y Soberón (Pau Sans, minuto, 60).
Gol: 1-0, minuto 24: Otero.
Árbitro: Cid Camacho, del colegio castellanoleonés. Mostró cartulina amarilla a Alexandre, por el Sporting de Gijón; y a Aguirregabiria, por el Real Zaragoza. Expulsó a Dubasín, roja directa, en el minuto 45. Amonestó al entrenador del Sporting, Borja Jiménez.
Incidencias: partido correspondiente la decimoprimera jornada de liga, disputado en El Molinón con la presencia de 22.640 espectadores. Se guardó un minuto de silencio por el ex-futbolista del Sporting, José Manuel Espinosa.

