El regreso de Cristian después de seis meses y medio de baja en lugar del portero catalán en un partido vital fue un tremendo sinsentido de un cuerpo técnico que está acelerando la desorientación del equipo
La noticia cogió a todo el mundo por sorpresa. Cristian Álvarez, seis meses y medio ausente de los terrenos de juego por lesión, aparecía en la alineación contra el Burgos. ¿Por qué? No ha habido respuestas hasta el momento. Desde que vino cedido por el Elche, Edgar Badía había defendido la portería con seguridad, cierta jerarquía y sin cometer fallo alguno que se le pueda achacar en exclusiva. El meta catalán había cerrado la considerable herida que se produjo con la lesión del argentino, los pueriles errores de Poussin y las pocas garantías que ofrece Rebollo. El tema parecía zanjado y más con la permanencia aún pendiente. Ni siquiera la recuperación del rosarino, ídolo de primera dimensión de lo aficionados, había encontrado voces que le reclamaran, consciente todo el mundo de que ese puesto requiere la máxima actividad sobre todo en un momento tan delicado. Pero Víctor Fernández y sus hombres de confianza decidieron ir contracorriente. Ni siquiera la hipotética vuelta de Badía al Elche al final del préstamo justificaría su salida del once, ya que el Real Zaragoza se mueve en un presente de urgencias y peligro, y debe recurrir a sus mejores argumentos.
Cualquier entrenador de nivel C, con los datos en la mano y guiado por los conceptos más básicos de la lógica, hubiera mantenido el status quo en la portería, pero el cuerpo técnico actual desoyó uno de los primeros mandamientos de este deporte. Ni David Navarro ni Javi Suárez advirtieron a Víctor de lo arriesgado de ese cambio, injustificable en todos los sentidos, incluida la ascendencia de Cristian en el vestuario y la influencia psicológica que podría tener en sus compañeros, tan huérfanos de líderes. El futbolista, sin embargo, sabe cuándo algo chirría, y aunque nunca se sabrá, el efecto de jefatura que se buscaba seguramente produjera cierto recelo. La cuestión es que en los tres goles encajados Cristian no tuvo responsabilidad alguna. Pero no ese el caso, sino la inconsciencia, aun con la mejor de las intenciones, de experimentar dentro de un laboratorio donde cada ensayo acaba explotándole en la cara al Real Zaragoza. En los cuatro partidos que restan puede ocurrir cualquier cosa porque el cuerpo técnico, en lugar de mover lo menos posible este árbol sin frutos y muy castigado por las lesiones, está acelerando la desorientación del equipo. Badía debería volver en Oviedo primero porque es el guardameta en el estado más adecuado para competir, y segundo porque lo contrario sería exponer al conjunto aragonés y al propio Cristian cuando es rotundamente innecesario.
Víctor Fernández y sus ayudantes bucean a oscuras en la búsqueda de soluciones. La de Badía no venía a cuento. Al principio se consideró que Sinan Bakis, recién dado de alta, tenía que ser el ariete de la reacción. El turco no estaba ni para un par de carreras, pero se insistió en su titularidad hasta que la evidencia, no marcaba un gol ni aportaba nada, se impuso por aplastamiento. Lo de Mouriño de lateral derecho rozó el esperpento, y a Jair, irreconocible, lo mantuvieron durante cuatro jornadas hasta que se fue el banco en El Alcoraz. Entre la agitación, las bajas y la deserción de algún miembro de la plantilla, se dio con la tecla de Adrián Liso, sin duda el gran acierto frente al abismal vacío ofensivo. En el área estratégica, el dibujo de los tres centrales nunca dio sensación de movimiento clave por la ausencia de futbolistas específicos para abrir el campo, profundizar y centrar con más criterio que espinilla. El triunfo en Huesca y el empate en Butaque invitaron a una continuidad contra el Burgos que desveló la fragilidad del sistema. ¿Jugará Badía en el Carlos Tartiere? La ruleta se detendrá el domingo.
Magnífico análisis Alfonso, como siempre sin tapujos y poniendo el dedo en la llaga, la decisión con respecto al relevo en la portería fue cuando menos estrambótica y sobre todo estas decisiones no sientan bien en un vestuario cuando los jugadores están solos sin el entrenador y se dicen a la cara de verdad lo que piensan, es delicadísimo en este momento perder la fe del vestuario en el alineador.
Badia es un cedido con el que, al parecer, no se contará la próxima temporada y Cristian es un mito que seguirá cumpliendo contrato.
El resultado es que Cristian encajó todo lo que se le tiró. Aquí cuando se mitifica y glorifica a alguien por la afición, más atenta al sentimiento que a la realidad. Pues con él hasta el fracaso final.