Bermejo, a su bola

El Real Zaragoza defiende con diez en el área la jugada del gol del Burgos, que gana el balón por dos veces y se aprovecha del abandono del marcaje del centrocampista a Matos, un movimiento incomprensible que retrata a un futbolista alejado de cualquier tensión competitiva

Sergio Bermejo, hasta en sus mejores momentos, es un futbolista que reúne en su liviana figura competitiva bastantes más recelos que admiración. Tiene detalles de gourmet pero su juego, por lo general, está reñido con la regularidad y con la interpretación correcta de la administración de la pelota cuando toma caminos horizontales que han provocado, con sus pérdidas, no pocos contragolpes y situaciones comprometidas para el Real Zaragoza. Fijo en el equipo en las tres temporadas anteriores y renovado hasta el 2025 en una operación más que cuestionable, en la actual su participación se ha reducido considerablemente con tan sólo tres encuentros de titular y ocho apariciones desde el banquillo de las que sólo se recuerda con agrado la de Tenerife.

En los tres últimos partidos, Escribá ha recurrido al madrileño siempre como recambio de Valera, con la intención de mantener el balón con resultados favorables –contra el Eibar entró con el 2-2 en el marcador– y en todos los casos ha respondido con cierta corrección en ese papel secundario pero de enorme peso estratégico. Esos encuentros, por errores de otros compañeros, se han empatado o perdido. En la noche del lunes, Bermejo fue el último y principal eslabón de una cadena fallos que, sin embargo, le señalan a él directamente como responsable de la privación de dos puntos. Como en otras citas Poussin o Jair, tomó una decisión incomprensible, distante con la tensión y responsabilidad defensivas que exigía el desordenado vendaval del Burgos en busca de la igualada.

Todos menos Sergi Enrich, afincado sobre la media luna para una emergencia de rechace, se parapetaron alrededor de Dani Rebollo. El saque de banda superó a Vaquero y a Quentin y se deslizó sobre la cabeza de Fer Niño, quien prolongó hacia el corazón de la tormenta, donde Andy recogió el centro de espaldas. No tenía ninguna opción de girarse, pero levantó la cabeza y vio a Matos solo cuando antes tenía a Bermejo sobre su marca. El 10 optó por irse donde nadie le reclamaba, en busca de una hipotética suma a la presión, y abrió con su ausencia una grieta monumental para que el lateral izquierdo recibiera y golpeara a su antojo. La línea defensiva no estuvo acertada en el control del espacio aéreo ni en la anticipación, pero el movimiento de su compañero descompuso por completo el entramado de contención. Otro error más.