Fran Escribá, salvador del Real Zaragoza la temporada pasada, en la actual huye de las llamas alimentándolas con el sacrificio de otros, con lo que ha perdido credibilidad para la afición y sobre todo para el vestuario señalado
«Lo que hay que hacer ahora es ser humildes, pedir perdón. Hemos fallado a la gente que ha venido, a la que estaba en Zaragoza. Aunque hay una explicación futbolística, sobra, sería ridículo buscarla. Debemos ser humildes y pedir perdón. Lo que hemos hecho es imperdonable. Ahora debemos trabajar para el sábado y revertir esto. Para mí es el peor día con diferencia de mi carrera deportiva. En mi vida he sentido lo que sentido hoy. Debemos estar como estamos, avergonzados. Nuestra única preocupación a partir de ahora es pensar en lo ocurra desde el minuto 1 contra el Huesca». Así se expresaba Fran Escribá al término de la eliminatoria de Copa donde el Real Zaragoza fue apeado por el Atzeneta de Tercera Federación. También añadió que tiene la confianza de la institución y que sabe que no será destituido porque le consideran parte de un proyecto en el que aún confían. Ha cierta verdad en sus palabras y pose, por supuesto, mucha pose. Que seguirá al frente del conjunto aragonés el sábado, también es información de primera mano. Que se vaya a seguir ocurra lo que ocurra, ni él mismo se lo cree a no ser que Sanllehí y Cordero quieran dinamitarlo todo por ignorancia, orgullo o desfachatez. El Real Zaragoza de Escribá será un cadáver aún ganando a los oscenses. Si se quiere retomar el sueño del ascenso, mantenerlo en sus manos es un suicidio porque más allá de la influencia los malos resultados ha perdido la confianza y el respaldo del vestuario. Y ese es un obstáculo insalvable para su oficio.
El técnico valenciano es un notable orador y, como tal, sabe las teclas y las palabras que debe utilizar en cada instante frente a los micrófonos. Sin lugar a dudas es su peor momento profesional, como seguramente será el peor día para miles de zaragocistas y para la historia del club en este torneo, de aficionados que no están de paso, pagan de su bolsillo el acceso al estadio y necesitan mucho más que golpes en el pecho que ya suenan huecos. Si estuviera avergonzado de verdad, él mismo pediría la rescisión unilateral de su contrato. Pero no lo hace porque en el fondo está convencido de que, aunque esta vez no lo dijera, Poussin ha sido el culpable de la hecatombe. Evitó señalar a nadie, algo que sí ha hecho en otras ocasiones, porque fue tan denigrante el nivel de todos sus futbolistas que personalizar en alguno le hubiera marcado aún más. Eso sí, volvió a desmarcarse siempre de cualquier responsabilidad en encuentros perdidos o que se empataron en los últimos minutos. De una despedida del torno del KO que será imposible borrar jamás de la memoria de la entidad, al igual que su nombre, ligado con nudo grueso a una noche de criminal aquelarre por parte de todos los integrantes del equipo. ¿Le importan tanto la afición herida, los desplazados despechados por este viaje a ninguna parte que tenga que ver con la ilusión?
Maneja el oportunismo con un arte especial, asegurando que la palabra ascenso nunca ha salido de la boca de ninguno de los máximos responsables –de la suya seguro que no–. Sin embargo, en una entrevista a un diario, el titular destacaba que no se conformaba con el playoff, que no lo firmaría. Su talante ambicioso ha confluido con una ambigüedad colectiva sobre el objetivo de volver de inmediato a Primera, pero también con una discurso que animaba a confiar que la meta era estar entre los seis primeros. Promocionar ha sido un verbo que aun sin ser pronunciado ha iluminado el camino hacia la tierra prometida. Vino para salvar el Real Zaragoza y lo logró con mesura, inteligencia y buen manejo de las tensiones. Un hombre tranquilo, correcto y educado, inalterable ante situaciones de máximo peligro y convencido de sí mismo. Ya había representado con éxito ese papel de apagafuegos en Elche y Celta, de donde fue invitado a salir por la puerta de atrás en la siguientes temporadas. En el conjunto aragonés le está ocurriendo algo similar si no igual. En esta ocasión, con la entrega por parte de Juan Carlos Cordero de unos fichajes que daban para competir mucho y bien. Y alto sin exagerar el vuelo. 15 jornadas en Liga y un estacazo en la Copa después, bajo su traje ignífugo se ha descubierto un carácter pirómano. Cuando no sabe cómo salir de las llamas, las alimenta con el sacrificio de otros. El próximo será Cordero, sin la menor duda y sin pronunciar su nombre en vano.
🎥 Las declaraciones de Fran Escribá pic.twitter.com/ZEKSPevhB7
— Real Zaragoza 🦁 (@RealZaragoza) November 14, 2023
Hace tiempo que pienso que este Club de nuestros sinsabores no ha entendido bien qué es estar en Segunda División. Comenzando por las propiedades que ha tenido estos 11 años, los distintos entrenadores (tampoco Víctor Fernández y quizás sí Víctor Muñoz en el primer año del descenso) los jugadores que han pasado y por último, los aficionados además de la Prensa, claro. No quiero que parezca una crítica porque no lo es. Este año parecía que había entrenador, Dirección Deportiva y mejores jugadores. ¿Y? Seguimos igual. Tengo envidia ahora del Leganés. ¿Cuál es el límite salarial del Leganés?