La rotundidad Fernando López al señalar el ascenso como único reto con el aliento NBA de un tema musical guay pero muchos fichajes de imprevisible rendimiento, repite la historia de 11 pretemporadas con un toque más chic
«Es hora de quitarse la careta, el objetivo es el ascenso». Fernando López, en sus primeras palabras no enlatadas desde que llegó al cargo hace dos meses, fue sin rodeos hacia el corazón del aficionado, tan sensible y receptivo al optimismo después de que durante once temporadas consecutivas se lo hayan pateado. Pareció impactante e incluso novedosa la afirmación del director general, pero en realidad, al menos para el viejo y escrupuloso perito de la grada, tuvo las mismos acordes de todos los veranos, estación en la que los trenes del fracaso pasan de largo y todo son amores fugaces en el caso del Real Zaragoza. «Volver a sonreír'» «Volver a abrazarnos. Volver a rugir» ¡Moverse, maños, moverse!», «Lo mejor está por venir», «Nos vemos en La Romareda», «Tu eterna Romareda», «Tú haces grande a este equipo», «Sí, soy del Real Zaragoza»… Lemas, campañas, sugestivos spots…Decepciones. Y ahora, Siempre conectados, una iniciativa de López –en verdad del programa zaragocista Gargantua TV, que es quien se lo propone– inspirada en los efectos motivadores de las canciones de Phil Jackson y los Chicago Bulls en una escenario deportivo a años luz de la cultura yanqui y, sobre todo, de su solvencia económica para hacer del espectáculo un compañero ideal del éxito.
Hay mucho de buenas intenciones y de ingenuidad –también de maniobra, cómo no– en este nuevo intento de convencer al hincha de que, esta vez sí, se va a producir el regreso a Primera. Si ocurriera, no será, sin embargo, por la grandeza del club, sus títulos, su gloria pasada ni su perenne y su leal afición que ve pasar generaciones y reducir exigencias según el fútbol se ha transformado en un negocio que incluye ese sentimiento en su libro de cuentas. En el caso de que el conjunto aragonés regresara a ese espacio natural que cada año observa cómo se aleja entre las tinieblas de falsas promesas, un continente que se va desprendiendo de su convicción por la erosión de gestiones egoístas o puramente empresariales, será por los futbolistas de su plantilla. Por la calidad de los jugadores, por una robusta apuesta financiera que asegure no sólo competir, un verbo tan ambiguo en este contexto, sino saber desde el principio que el camino hacia la cima termina en la cumbre. La máscara a la que alude López ya se la han quitado en varias ocasiones los dirigentes que le precedieron y también para los que trabaja ahora, los mismos que se han llevado a Miami a Raúl Sanllehí tras su estruendoso descalabro y que, como el exCEO del Atlético Ottawa, vino a un planeta genuino donde se necesita mucho más que prestigio profesional para conocer cada palmo de su corteza, de su alma. La sinergia es una llave que no siempre se corresponde con la cerradura.
Se agradece esa labor de esas puestas en escena en nada impostadas y no poco finolis para captar el cariño y la complicidad de la gente, y también la inversión a tres bandas con las instituciones para conseguir por fin un estadio nuevo, pero el Real Zaragoza no logra desligarse como equipo de la imprevisibilidad deportiva, de un quiero y no puedo al margen de que Víctor Fernández ejerza de mascarón de proa del proyecto y Juan Carlos Cordero apure su segunda oportunidad de contramaestre a merced de cualquier golpe de mar. Ya son nueve los fichajes y vendrán aún seis. Femenías, Tasende, Calero, Vital, Gori, Keidi Bare, Aketxe, Soberón y Bazdar. No hay un solo mal jugador y, al mismo tiempo, todos ellos están en el envoltorio de las segundas o terceras opciones. No es ese el músculo que pide un ascenso aunque el fútbol se reserve, muy de vez en cuando, un as bajo la manga. Víctor Fernández conseguirá su reestructuración masiva y que Adrián Liso no sea vendido. Ese ejercicio de liderazgo no es tan completo como se intenta presentar y, sin duda, estará mediatizado por grueso cordón umbilical que une al Atlético con este Real Zaragoza hermanado en demasiados aspectos con sus anteriores versiones. Cani, Zapater, Samaras, Kagawa… Ahora toca Aketxe como reclamo desorbitado.
Sí, es cierto, Siempre conectados, pero no con los valores del pasado y las reglas del juego que hacían que el ascenso durara como máximo un curso, sino con una estado en gran parte artificioso, a cada segundo menos creíble que sacia el apetito instantáneo del consumidor fácil con la Fast food de las redes sociales. En poco más de dos semanas se conocerá al armadura definitiva, porque la Liga de agosto se disputa con plantillas provisionales y no pocas goteras de la que hay que salir lo menos perjudicado posible. El Real Zaragoza necesita mucho más, mucho, para ser un aspirante en el campeonato más complejo de la biografía de la categoría. Fernando López ya ha colaborado con una canción que sirva de nexo de unión entre los buenos y los malos momentos. Gracias. Ya tuvimos el Zaragol, gol, gol de Joaquín Carbonell para la final de Copa de 2006, aquella que jugaron César, Ponzio, Álvaro, Milito, Toledo, Cani, Zapater, Celades, Óscar, Ewerthon, Diego Milito, Valbuena, Movilla y Sávio. Los del 6-1 al Madrid. ¿Está claro?
Es hora de quitarse la careta: No se es más que el filial del atlético madrileño.
Todo lo demás, palabrería.