Creer sin rezar

Mientras desaparece la Liga y esta temporada se esfuma siguen abiertas las ilusiones de la afición del Real Zaragoza. De futuro, desde luego, porque se ha puesto en marcha el dispersor de rumores y la necesidad de creer en ellos. La presentación del anteproyecto de la nueva Romareda, la última victoria del Real Zaragoza el sábado y los nombres de futbolistas que son reconocidos por los seguidores blanquillos, permiten albergar las últimas esperanzas de la gente. En agosto comenzaremos la undécima temporada consecutiva en Segunda División, algo que jamás había ocurrido. Da la impresión, aunque ya ha pasado en algunas ocasiones esta década, que la confianza en el entrenador es absoluta por la dirección general y la deportiva. La necesaria renovación de la plantilla obliga a una apuesta por un tipo de jugadores ya expresados por Cordero y Escribá que unen a los mejores de los equipos descendidos y a profesionales con un recorrido uniforme en la categoría, además de lo mejor que se pueda retener de la cantera. Ese es otro problema porque la incertidumbre de la construcción del estadio planea sobre el Real Zaragoza y no habrá inversión en fichajes si los propietarios no tienen la seguridad de construir el estadio. Hay que pagar de forma inminente la deuda de este año y saber si la renovación de los abonos consigue, junto a la liberación de fichas y algún traspaso no apetecido, llegar a ello. «Desea lo mejor, espera lo peor y gestiona lo que venga», este proverbio inglés del siglo XVI es tan acertado que puede describir también la sensación claroscura del zaragocismo que desea creer aunque ya no pueda rezar.