Cuatro jugadores del Real Zaragoza suman siete descensos a Primera RFEF

La máxima preocupación, y también el peligro, se han instalado en el Real Zaragoza, al menos en su afición porque es la única que, hasta el momento, se está manifestando frente a la deplorable temporada del equipo, la quinta consecutiva coqueteando con el descenso. El director general, altavoz artificial del interpresidente, y su arenga de que el ascenso era el único objetivo, está bajo la mesa de su despacho, recibiendo un cursillo acelerado de ejecutivo de un club profesional español; el director deportivo se encuentra deshojando la margarita de su renovación con varios mercados de fichajes marchitos a sus espaldas, y con el consejero Aguilar se confirma que el cargo de cuña entre los asuntos deportivos y una propiedad en muchas ocasiones se regala en la tómbola de los amiguismos y en otros simplemente se concede con funciones de policía político. Con más de medio espectro mediático local alabando todos los días la fuerte apuesta financiera de un fondo buitre para maquillar un fracaso colosal, se completa un cuadro tragicómico: se ha derrumbado el nuevo edifico, pero que solar más guapo nos ha quedado para levantar otro con el material sobrante.

El futuro, 14 jornadas para conservar la categoría, ha quedado en manos de Miguel Ángel Ramírez y de la plantilla. El resto de las jefaturas se ha tomado unos meses de asuntos propios, que desde luego no son los del Real Zaragoza, al menos de esa institución de Primera que hizo del fútbol como espectáculo su seña de identidad y de admiración. Un grupo de futbolistas, en su mayor parte con un pasado en nada relacionado con el éxito, y un técnico de riesgo, observador y aplicado pero sin experiencia para reflotar un transatlántico a la deriva. A cuatro puntos del Eldense, meridiano que en estos momentos marca la pérdida de categoría y achicando aguas desde hace 15 jornadas, el conjunto aragonés ofrece una terrible imagen de indefensión. Los mensajes de optimismo se disponen a escalar en invierno y sin oxígeno un ochomil psicológico, y sólo queda la esperanza del mal ajeno, de que por esa pared se vayan despeñando otros implicados.

Cambios de porteros, cambios de centrales, cambios de sistemas, cambios de delanteros, cambios de entrenador… Plaga de lesiones y de recuperaciones. Rendimientos, como consecuencia de ese todo, muy por debajo de lo esperado. El Real Zaragoza no está por casualidad al borde del abismo, muy pendiente de los dos próximos partidos en casa ante Sporting y Eldense. Y no lo está también porque en la planificación masiva del pasado verano se obviaron informaciones capitales a la hora de redactar nuevos contratos, entre ellos los de cuatro jugadores que en su trayectoria suma siete descensos a Primera RFEF. Aketxe bajó con el Bilbao Athletic y el Deportivo (junto a Mollejo y Sabin Merino); Calero con el Numancia y el Alcorcón; Tasende con el Villarreal B, y Clemente, cedido, con la Real Sociedad B y el Logroñés. El centrocampista y los laterales son de los once más utilizados. No hay nada anecdótico en el desastre.

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