El traspaso de Pep Chavarría al Rayo ha impedido que el Real Zaragoza repita el mismo bloque defensivo por segunda temporada consecutiva. Lo mantuvo antes de que el club madrileño tuviera al futbolista apalabrado, en las dos primeras jornadas contra Las Palmas y Levante. En Cartagena, el lateral se quedó en el banquillo y de inmediato tomó rumbo a Vallecas. Cristian, Gámez, Francés, Jair y Chavarría. Se cantaba de carrerilla el que fue el gran soporte de la permanencia de la temporada pasada y que, por el momento y con el relevo de Gabriel Fuentes por el catalán, sigue siendo su mejor argumento mientras la noche siga instalada en el frente de ataque. Sobreviven cuatro de los cinco, algo que ningún otro club de Segunda salvo los ascendidos Villarreal B y Albacete, han logrado conservar. La baja de Francés por su lesión en el codo impedirá, como antes contra Ponferradina, Sporting y Mirandés, que frente al Eibar forme esa vieja guardia al completo, con Lluis López, el jugador número 12 y el recambio principal en esa línea, cubriendo la ausencia del canterano.
Los armeros llegarán a La Romareda para confirmarse como propietarios de la mejor artillería de la competición. Han marcado 12 goles en siete jornadas, con Stoichkov y sus cuatro muescas al frente de un equipo que lejos de Ipurua se diluye y pierde apetito y personalidad. Aun así, el conjunto que entre Gaizka Garitano va a examinar esa fortificación que, a la espera de la vuelta de Francés, emerge una vez más como gran argumento de un grupo que suspira con que Juan Carlos Carcedo reúna arriba con un dibujo de sincera ambición a Giuliano, Azón y Gueye. Mientras llegue ese día de jugar de principio con dos delanteros y no uno de ellos caído a banda, y confiando en que funcionen esa sociedad o sociedades para que el Real Zaragoza no tenga que presentar siempre un perfil de superviviente braceando en las aguas del Ártico en función de las mareas, en este encuentro y posiblemente muchos más habrá que depositar un alto porcentaje de la fe en la victoria en echar la llave al candado.
En Anduva saltó por los aires la famosa solidez de esa congregación por lo general solvente y, sin duda, esta temporada abrigada por Grau y Molina, cuya labor se centra en rescatar a la defensa de cualquier problema que en darle un toque de distinción al equipo. Con seis tantos en contra, el conjunto aragonés es el sexto más seguro del campeonato (sin contabilizar la jornada de este fin de semana) y ese aval le está sirviendo para sacar por poco la cabeza por encima de la zona de descenso a la que no caerá en ningún caso este lunes. Cristian ha fluctuado entre su innata genialidad de reflejos y algunas dudas considerables; Fran Gámez no es ni de largo en tren de largo recorrido del curso pasado; Francés (ahora en la enfermería), ha bajado sus prestaciones en relación a su espectacular respuesta de los dos ejercicios pasados; Jair es el único que mantiene su nivel sin subirlo, príncipe de despejos terrenales y aéreos y de alcurnia algo más baja en la salida del balón; Lluis López combina tardes de líbero importante con otras de central obnubilado, y Fuentes, notable en su estreno relámpago, hizo aguas ante el Mirandés.
La defensa del Real Zaragoza, guste más o menos y rezando para que Carcedo se desprenda de sus miedos y que los delanteros respondan a las oraciones de un hipotético giro de timón táctico del entrenador, es la herramienta más consistente del equipo. Dos años de casi absoluta continuidad de sus componentes en la titularidad le han hecho un bloque competitivo y resistente en su lucha por cotas menores. Esta vez no está siendo distinto. De nuevo, la vieja guardia.