Dejarse los cuernos en el terreno de juego

Fue al final del último partido de la temporada 1946/47 cuando el Real Zaragoza consumó su fracaso más indigno de la historia del club: descendió a Tercera División en el campo de Torrero pensando incluso parte de la afición en su desaparición como solución para la crisis que se abría en la ciudad. Yo tardaría unos años en nacer y mi padre llegó en 1952 de La Coruña para trabajar aquí como locutor, con lo cual desconocía lo que ocurrió por entonces y no hablamos nunca sobre ello. Fue el narrador de los éxitos blanquillos en los años sesenta con los Magníficos y aunque el Real Zaragoza descendió en la temporada 1970/71 recuperó la categoría con Rafael Iriondo tras la destitución de Rosendo Hernández y la interinidad de Juan Jugo. Que se mantuvieran jugadores como Violeta, Planas y Ocampos fue fundamental bajo la presidencia de José Ángel Zalba. Llegaron los Zaraguayos durante un lustro espectacular y aunque disputaron la última final de la Copa del Generalísimo, descendieron con Lucien Müller en el banquillo la temporada 1976/77 con el odio entre Arrúa y Jordao después de la llegada del portugués que sustituyó al «Lobo Diarte» traspasado por Zalba al Valencia. Comencé por entonces en la radio y fui testigo de la situación porque acudía a los entrenamientos y realizaba las entrevistas anteriores y posteriores a los encuentros en la Romareda.

Después llegó Arsenio Iglesias y el ascenso sin perder ningún partido en casa y haciéndolo campeón de Segunda para olvidar la categoría hasta 2002 tras ser eliminados de la Copa del Rey y de la Copa de la UEFA, últimos en la tabla y con Marcos Alonso en el banquillo los últimos encuentros de los que no se ganó ninguno. Con Paco Flores al frente de la plantilla, César Laínez bajo los palos, Yordi como goleador y Cani como revelación, se volvió a ascender meses más tarde. De ahí que hasta hace muy poco tiempo no volviésemos a echarle un vistazo a los sombríos años cuarenta cuando se saboreó la ignominia de la Segunda B y la 1ªRFEF con la llegada de la «Fundición» después de Agapito Iglesias y el proyecto de la nueva Romareda con los inversores madrileños y extranjeros.

El abandono de Víctor Fernández, el desastre de Miguel Ángel Ramírez, el bochornoso paso de Juan Carlos Cordero como director deportivo, la falta de personalidad en la gestión directiva y una plantilla plagada de lesiones, sin liderazgo sobre el terreno de juego y con futbolistas carentes de calidad, nos han llevado a esta situación. ¿Optimismo? ¿Pesimismo? ¿Fe? ¿Esperanza? El refrán «A Dios rogando y con el mazo dando» cuya primera referencia escrita está datada en 1568 puede darnos una pista de lo que es obligatorio hacer para no caer en la vergüenza de un descenso con un campo portátil como sede durante dos años: no buscar la solución en un milagro sino trabajar como bestias y dejarse los cuernos en el terreno de juego.

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