El equipo está hecho unos zorros, pero Raúl Sanllehí mira hacia arriba en la clasificación en estos desayunos a los que está siendo invitado por los principales lavaderos de la ciudad para una limpieza integral de su imagen y del proyecto que lidera. Por mucho jabón que le den, que mira que se están gastando litros de detergente periodístico, el director general lleva encima suficientes lamparones en su gestión para que la verdad brille por encima de su tan seductor como reconocible discurso de experto feriante. El Real Zaragoza, su Real Zaragoza, ha perdido el tren del ascenso y, una vez más, deberá sacar billete de segunda clase para llegar a tiempo a la estación de la permanencia. Esa cascada de optimismo vertida por su interesada intuición no es más que otra circunvalación hacia la ambigüedad que distinguen sus palabras, afiladas por un inmediato regreso a la élite pero, al mismo tiempo, despuntadas por la sugerencia de que puede ir para largo.
La destituciones de su admirado Torrecilla y de Carcedo, la chirigota del fichaje de Makhtar Gueye, la contratación de Escribá sin mediar más criterio que el suyo y la extrema morosidad en el relevo en la dirección deportiva a un mes del mercado de invierno son suficientes argumentos como para reconocer a alguien a quien le viene grande la misión que le han encomendado. Pese a su ha quemado gran parte de su credibilidad profesional como virrey del fondo de inversión, aún le queda una bala para que siga jugando a la ruleta rusa: conservar la categoría con mayores o menores estrecheces. A cuatro partidos de la caída del telón de la paupérrima primera vuelta, este polichinela corre por la corte de la prensa local rebajando el trabajo de Torrecilla y de Carcedo, de quien asegura que le pudo la presión, y sugiriendo a la entregada política local que acelere con el nuevo campo sin especificar aún cuál será la intervención económica de los propietarios, que sólo desembarcarán si está todo a su gusto.
Por ahora, Sanllehí ha fracasado con estrépito en su función de mediador universal, lo que cuestiona si es el personaje adecuado para continuar al frente de este supuesto plan a largo plazo. Sustituirse a sí mismo no lo va a hacer, y menos si de vez en cuando la prensa amiga se desayuna con las perlas de ocasión de un ejecutivo que será capaz de vender paraguas en el Gobi, pero incapaz de meterle un gol más a la afición del Real Zaragoza por muchos pelotas que se le pongan a los pies.
Foto: Real Zaragoza
En algún momento, esos lavaderos de medios de comunicación, que todos sabemos quiénes son, deberían pagar estos pecados. Pero no soy optimista con este «nuevo periodismo» que ha calificado Ortiz Remacha. Todos sabemos quién es Henneo y qué lleva buscando en toda su historia. Y el Real Zaragoza, víctima propiciatoria, con la abulia de la afición. Lo siento, pero así lo veo
Abulía, quería escribir
Sería deseable que se pudiera editar el texto para corregir erratas una vez enviado el comentario.