Raúl Sanllehí, Juan Carlos Cordero, elevado a los altares por un mercado de verano llamativo por la celeridad de sus operaciones, y Víctor Fernández, elegido por el efecto paraguas de su gloria pasada, se han desplomado como garantías de futuro
El fútbol ni es cruel ni generoso. El fútbol responde a unos biorritmos pilotados generalmente por la lógica, que de vez en cuando hace una excepción no sin exigir credenciales a quien quiere romper el orden establecido por el poder. Los ricos viven arriba y el resto, en las habitaciones de servicio. Nada nuevo bajo el sol. El Real Zaragoza lleva ya once temporadas viajando en segunda, y no es por casualidad. Sus deudas y la falta de cultura deportiva de Agapito Iglesias y la Fundación han dejado paso a un capital extranjero con fuertes lazos con el Atlético de Madrid, una propiedad dispersa y sin rostros reconocibles que ha focalizado el negocio en la construcción de la nueva Romareda. La parcela deportiva, en estas dos últimas campañas con el fondo de inversión, se ha tratado como un asunto menor, presentada como como gran escaparate del proyecto pero desplazada en la práctica al fondo del almacén. En el primer año, Raúl Sanllehí y Jorge Mas fueron recibidos como estrellas del rock por una afición que necesita creer en alguien, y el director general y el presidente se presentaron con discursos hipnotizantes. A día de hoy, el ejecutivo se ha descubierto como un hombre de empresa como muy mal tino en las decisiones que han afectado al equipo, y el estadounidense, como un fenicio más preocupado de darse baños de multitudes en Florida con Messi que en atender lo que sucede en el club aragonés.
La ciudad tendrá un estadio estupendo gracias a la presión que han ejercido los actuales dueños de la entidad sobre unos políticos que requerían ese estrés inmobiliario externo para bañar en oro su campaña. En ese sentido, el ciudadano, sobre todo el que ama este deporte, será también beneficiario de una edificación que necesita una urgente modernización. El campo lo ocupa casi todo, pero mientras comienzan las obras, el Burgos aplastó este domingo a un Real Zaragoza que aún lucha por la permanencia. El ladrillo y el balón van cada uno por su lado, como si habitaran planetas diferentes, un desencuentro antinatura de difícil digestión e insoportable si se mantiene por más tiempo. El regreso a Primera no admite más demora frente a la ignominia que se soporta cada fin de semana desde el verano de 2013, con nada menos que 28.419 socios pagando por un espectáculo bochornoso que se sobrelleva por el sentimiento de pertenencia y por la esperanza de que en alguna ocasión alguien tenga la decencia de corresponder con una plantilla como el ascenso manda. Ha habido tiempo y razones para constatar que Sanllehí y Mas, desaparecidos del foco público, no representan ningún liderazgo, sino que son pantallas bastante opacas de otras conveniencias.
Frente a este panorama desalentador disfrazado con la sinergias de segunda clase, la contratación de Juan Carlos Cordero en lugar del calamitoso Miguel Torrecilla fue recibida como un gesto de progreso. El director deportivo fue elevado a los altares por un mercado de verano llamativo por la celeridad de sus operaciones tanto en las salidas como en las entradas. Su trabajo silencioso y profesional, la captación de futbolistas como Manu Vallejo, Toni Moya, Maikel Mesa y un Bakis que venía de marcar doce tantos con el Andorra, auguraban un porvenir inmediato esperanzador. Las cinco victorias de Fran Escribá y el liderato descorcharon la euforia. Poco a poco se descubrió la verdad, un considerable vacío cualitativo y competitivo de la mayoría de los nuevos, agravado por el viejo y lacerante vicio de la falta de gol de los delanteros. Cordero rodó ladera abajo del olimpo de la mano de jugadores con más nombre que aptitudes, hasta estamparse con las de Poussin. Despedido Escribá, el elegido fue Julio Velázquez mientras entre bastidores se recomendaba como relevo a Víctor Fernández. Para corregir el error de cálculo en el banquillo, se apostó por fin y sin la aprobación de Cordero por el regreso del técnico zaragozano y un supuesto acuerdo tácito para que su criterio tuviera un peso importante en la configuración de un equipo con músculo ascensor.
El director deportivo, desmontada por completo su leyenda y su libreta de recursos caseros de toda la vida, queda así en una situación muy delicada porque deberá consensuar más allá de lo usual en estos casos la reconstrucción del equipo con el entrenador. Cordero, además, se enfrenta, como Pardeza con Butragueño, a un mito que le sitúa a nivel popular con mucha desventaja en simpatías. Víctor Fernández, lejos de los banquillos desde hace casi cuatro años, ha logrado pacificar la atmósfera irrespirable que se vivía con Velázquez, pero no ha mejorado en nada a un Real Zaragoza con el que maniobra con una marcada desorientación fruto de la herencia recibida y de sus problemas de actualización. Nunca ha sido un buen gestor de las crisis. El efecto paraguas de su gloria pasada le ha devuelto a un ruedo en el que ya recibió una grave cogida con la pandemia como excusa y que le está dejando nuevas cicatrices como para plantearse un proyecto ambicioso con él al timón. Sanllehí, Mas, Cordero y Víctor, cuatro dioses con pies de barro para un Real Zaragoza ajeno al paraíso. El presidente es intocable aunque tuitee en Miami sólo de su Inter; los otros tres, en absoluto pilares sólidos para ese plan de ascenso exprés, no mezclan nada bien en el pulso de egos que se avecina.
Alfonso, esto es mucho más que un artículo es una disección precisa del cuerpo cadaverico de una institución deportiva que no merece haber fenecido. Es un auténtico manifiesto de obligatoria lectura para toda la afición y más allá. No hau regeneración posible sin conciencia de los males que nos está destruyendo.
Supongo y espero que esté artículo tenga la máxima difusión en todos los medios.
Gracias, Alfonso.
Bien escrito Alfonso
Yo pienso que a Víctor le relamía el sabor del éxito viéndose en el colosal nuevo campo. Pasar a la historia por ser quien ascendió al equipo de su tierra en el año que inauguraba campo. Una idea muy atractiva. Lo que no se imaginaba era el rendimiento real de la plantilla.
No obstante, me agarro a la única cuerda que queda en medio de la nada..que Victor imponga su criterio con los fichajes . Sabiendo las posibilidades del club apostará a tope por la cantera y exigirá concentración de recuerdos en 3-4 jugadores que aporten desde el primer partido.
Y me voy a mojar…de los de este año sólo se quedará con Mollejo y Aguado, el resto, si se puede, papeleta.
Magnífico artículo y disección de la metástasis que nuestro Club sufre, y suscribo el argumento de que la dirección deportiva y el actual cuerpo técnico deben abandonar sus puestos, la casa hay que empezarla por los cimientos y no con remiendos de goteras y grietas estructurales pasadas, estamos HARTOS.
Por desgracia, una gran parte de la afición no lee este tipo de disecciones. Ni le interesan, parece. Noto todavía una complacencia importante con Víctor entre la afición. Y un pobre nivel de critica hacia los ejecutivos de la entidad. Resulta frustrante la información deportiva en los medios de comunicación de Zaragoza. Muy frustrante.
Qué razón tienes, Maño de Vilasar.
No tienes más que ver lo comentarios post partidos de nuestro equipo en la prensa deportiva nacional. Aparte de un montón de trols provocando a nuestros seguidores, el nivel de la opinión es bajisimo. Se opina sin criterio alguno,salvo muy contados casos, todo lo que mal se escribe es una sucesión de disparates sin fundamento.
Así es
El gran error de esta temporada es haber cesado a Escribá, que pasó una mala racha con una puntilla que fue la eliminación de Copa (que era una quimera, pero que destroza prestigio) y la derrota en Gijón, ambos con errores pueriles de Poussin, pero que dejaron al equipo hundido moralmente. Lo que le sigue es un disparate doble de la Dirección del club. A Víctor ya le hemos agradecido muchas veces los servicios prestados, pero de la gloria no se vive. Claramente fue un chaleco salvavidas de la Directiva. Cuando se giran al palco con pañuelos debe ser duro, y claro, Víctor viene de maravilla. Pero es que Víctor no ha sido nunca un buen gestor en las crisis, como acertadamente cita Alfonso en su artículo. Lo de jugar con tres centrales en la Romareda parece mentira, que lo haga Julio Velázquez, que no sabía donde estaba, pues pase, pero Víctor…Esto es una pesadilla, que acabe cuanto antes.
Muy de acuerdo, Jorge con lo que escribes sobre Víctor. Todos creo, que en este punto coincidimos con Alfonso.