Decía Arthur Schpenhauer, filósofo alemán del siglo XIX nacido en la ciudad polaca de Gdansk, que «los dos enemigos de la felicidad humana son el dolor y el aburrimiento». Si trasladamos ese pensamiento a la actualidad y lo llevamos al fútbol, al Real Zaragoza, entenderemos los motivos del sufrimiento insaciable pero necesario de esa adicción catastrofista de sus seguidores. El dolor por soportar que hayamos desaprovechado nuestra vida de los últimos años con un fútbol herido por el fracaso y el aburrimiento para regresar otra vez a luchar por la permanencia en una categoría que es un destierro para el club.
Aceptar la realidad y actuar de manera diferente para encontrar una salida que nos devuelva la felicidad, que consiste en la repetición frecuente del placer, es la única manera de salir adelante y motivar nuestro espíritu. Y no se trata de ser pesimista, del que el aludido Schopenhauer era señalado, puesto que él decía y yo lo comparto con humildad que «un pesimista es un optimista en plena posesión de los hechos».
El sábado por la tarde, en el estadio modular, el nuevo equipo de Gabi Fernández se enfrentará al Valladolid. Otrora ambos conjuntos se medían en Primera como representantes de dos ciudades importantes e históricas con tradición en la máxima categoría aunque los castellanos sin éxito en cuanto a los títulos nacionales y continentales. El Real Zaragoza tiene en su poder dos que ya no existen, como son la Copa de Ferias y la Recopa, sin llegar a una final de Copa desde 2006 que la perdió en la capital de España. Los vaivenes de los pucelanos son tremendos desde hace años, con la entrada y salida de Ronaldo Nazario hasta su reciente venta a un grupo de inversión norteamericano tras ocho años de fracasos. Es decir que los dos clubes son propiedad de gente de fuera y han perdido la relación directa con su público que, en el caso del aragonés, aún ha sido recriminada por el entrenador, algunos jugadores y la parte oscura de las entrañas de la sociedad.
Desconozco la posible rentabilidad de los futbolistas incorporados en las últimas horas de la «subasta» para disponer de una plantilla más integrada y estable, así como los motivos de la huida a Malasia de Aketxe; debía necesitar un profundo cambio en su vida para jugar en un estado monárquico con mayoría islámica pero con un importe presente económico y una naturaleza extraordinaria, a más de once mil kilómetros de aquí. Mientras tanto los que se han quedado y a los que no se ha podido dar el pasaporte tendrán que atender las órdenes de un entrenador que esperaba más del director deportivo. O eso decía para protegerse en caso de que las cosas vayan mal dadas.