Eguaras-Igbekeme-Bermejo o la vía de la pomada

Los graves problemas estructurales del Real Zaragoza actual se han localizado sin necesidad de profundizar demasiado. Esa facilidad para establecer cuáles son sus deficiencias y cuyo epicentro se encuentra en la gestión lineal, plana y ausente de proyecto de futuro de sus propietarios, permite tener una visibilidad nítida de los descubiertos del equipo. No hay delantero, no hay gol por lo tanto no existo. El razonamiento apenas admite debate porque el fútbol, de principio a fin, simplifica sus explicaciones. El Toro, Vuckic y Alegría, los elegidos para mantener, elevar o finalmente reparar la productividad ofensiva sucumbieron por su incapacidad para marcar no solo por su falta de cualificación, sino también por otros factores inherentes a la falta de alternativas atacantes de la plantilla. Esa rémora no impidió, sin embargo, que el conjunto aragonés realizara una segunda vuelta espectacular que le permitió salvarse, luego sí hay vida o soluciones para sobrevivir más allá de lo evidente. Juan Ignacio Martínez la halló reinventando la naturaleza del equipo, tan frágil para competir a campo abierto como para confiar en que reagrupándose en defensa pudiera evitar la catástrofe del descenso. El técnico halló refugio y éxito táctico en la segunda opción, cuya fórmula consistió en convencer al grupo y adiestrarlo para resistir, reducir a la mínima expresión los errores y tumbar al rinoceronte con la única bala de que dispusieran en ataque.

El goteo realizador de Narváez, la irrupción desde el banquillo o la titularidad de Iván Azón, la rebelión de los defensas con goles de Vigaray, Tejero, Jair y Peybernes y el cabezazo de Cristian en Lugo compensaron la sequía de tintes bíblicos de los delanteros titulares. La reconstrucción de cara a esta temporada se ha trabajado desde la necesidad incuestionable de contratar puntas de lanza con mayor eficacia para subsanar los errores del pasado y afilar los objetivos del presente. El límite salarial, similar al del ejercicio anterior al no producirse compraventa alguna, ha condicionado la cantidad de refuerzos y la posibilidad de fueran los elegidos en una primera subasta. En ese contexto incierto, JIM y Miguel Torrecilla insisten en que el Real Zaragoza competirá para estar entre los mejores. El Ibiza, en la primera jornada, le presentó a los viejos fantasmas y le advirtió que aun con delanteros algo más certeros, si quiere estar por encima del ecuador de la clasificación para postularse para los puestos de playoff, va a necesitar muchos más argumentos globales. No se creó una sola ocasión, algo ya casi consustancial al grupo, y se conservó virgen la portería, propósito capital sea cual sea la meta final. Entre esos puntos cardinales, el centro del campo mostró una endeblez bastante más acentuada que la temporada pasada en todo el abanico de prestaciones que le corresponde, desde la destructivas hasta las de pura creación.

Se espera que Petrovic, quien necesitará al menos un mes para ponerse en forma, dote a la medular de una mayor estabilidad contenedora. Tiene experiencia, cuajo y centímetros en una zona de pobres cabeceadores. Mientras llega o no el serbio al nivel adecuado, el tronco del árbol sangra. Hay futbolistas como Eguaras, Igbekeme o Bermejo de una irregularidad suprema en estos momentos, tres piezas con las que JIM parece sentirse si no cómodo sí conformado en la configuración de esa delgada línea de erráticos jugadores en absoluto sobrados de físico. El nigeriano estuvo en la puerta de salida tras haber consumido su credibilidad víctima de múltiples lesiones y también de un estilo indefinido que alegra de vez en cuando a la grada pero que no concreta un perfil ofensivo, ni defensivo, ni de liderazgo. Por mucho que agite el juego con su movilidad y ofrecimientos permanentes, de su botas no sale espuma. Sigue porque el freno económico recomienda conservarle.

Eguaras ha conquistado muchos corazones, sobre todo cuando los rivales le permitían componer libre, en mitad de la campiña. Su talento con el balón en los pies y para descubrir pasillos para el pase resulta o resultaba incuestionable. El paso del tiempo y su exclusividad constructiva fue detectada y atacada sin piedad con presiones altas o persecuciones individuales, celdas para las que el navarro carece de llaves por falta de velocidad. Su magia para oxigenar en corto o en largo se ha desvanecido hasta quedar reducidas sus maniobras a un plúmbeo tránsito horizontal, previsible y peligroso cuando se detiene a pensar. Tampoco Bermejo ofrece alternativas en el laboratorio. Regala un par de adornos por partido, desde la banda inicia diagonales fácilmente detectables por su tendencia a mostrar el balón y, abortadas, concede un buen número de contragolpes. Su último pase, una de sus pocas virtudes consistentes, suele ser laxo. En estático se ancla y tampoco dispone de la genética del mediapunta pese a que haya sido alineado en alguna ocasión en esa zona.

Ese triángulo en el que la sombra de Guti se hace muy alargada, aun con delantero o delanteros solventes amenaza con fragmentar a este Real Zaragoza que aspira, no con demasiados motivos, a ser un integrante de la clase medio alta de la clasificación. En la vía de la pomada presentada por JIM y Torrecilla, Eguaras, Igkememe y Bermejo no ayudarán a superar siquiera el primer peaje. El técnico y el director deportivo deberán replantearse cómo asfaltarla con más densidad física y eficacia. Si no es más que probable que los delanteros sigan estando sin estar.

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