De Iván Azón está todo dicho y queda una larga historia por escribir. El reconocimiento de la nueva propiedad a su valor como futbolista de presente pero sobre todo de futuro se ha traducido en una renovación que le sitúa en la órbita oficial de la primera plantilla a efectos deportivos y económicos. Y le entrega, por fin, el 9, ese dorsal que se le había negado y que el atacante ha conquistado a base de tesón y goles. Desde lo más profundo de la cantera, este jugador apasionado que debutó con 17 años y que y todavía sigue en crecimiento, representa el perfil de delantero centro de toda la vida, la silueta del depredador de insaciable apetito por participar y marcar, de animal salvaje que necesita domesticar aún algunos aspectos para convertirse en un arma letal definitiva.
Comienza para Azón una segunda etapa en el Real Zaragoza, también reivindicativa. En la anterior tuvo que sortear las dudas que generaba en el cuerpo técnico para otorgarle la titularidad frente a compañeros que le adelantaban en la alineación pese a estar muy por debajo de sus prestaciones. Lo consiguió por momentos, convirtiéndose en leyenda: ningún otro futbolista aragonés en la historia del club ha logrado once tantos entre los 17 y los 19 años. En la actual, su presencia liderando la ofensiva del equipo tampoco está asegurada ya que se está rastreando el mercado para con seguir un ariete con más experiencia. Sin embargo hay un detalle que los analistas no pueden pasar por alto: Azón, en sus dos cursos en el profesionalismo, ha firmado 11 dianas en 2372 minutos, por lo que celebra un tanto cada 2,75 encuentros. por lo que si mantuvieran las misma dinámica de participación en una competición con 42 jornadas, alcanzaría los 15.
Es un 9 de toda la vida con la singularidad de que ha brotado de la Ciudad Deportiva y que siente sin pose alguna la camiseta que cubre su pecho de atleta y su corazón de niño despierto, voraz, infatigable y acelerado por las emociones de estar donde quiere estar. Y nada va a frenarle porque se mira siempre hacia adentro para seguir aprendiendo con humildad y ambición. Hasta, es posible, que un día alguien descubra que el goleador soñado para luchar por el ascenso está en casa, rugiendo sin cesar.