La plantilla con mayor nivel desde el último descenso se construyó en la temporada 2014-2015 con Ángel Martín González y Víctor Muñoz , guillotinado por capricho para dar paso a Ranko Popovic, con quien el ascenso se quedó a 6 minutos
El Real Zaragoza, con Juan Carlos Cordero quemando a diario el teléfono y muchas de las primeras opciones para satisfacer los deseos de Víctor Fernández, que en estos momentos consisten en fichar ocho jugadores como mínimo que se sumen a los siete ya oficiales en la reestructuración masiva que se ha marcado en el entrenador con la bendición de la propiedad, tiene exactamente un mes para cerrar la plantilla que, en teoría, peleará por el ascenso de mano de Víctor Fernández. El conjunto aragonés comenzará su decimosegunda campaña seguida en Segunda con un único destino en el radar: la vuelta a Primera División. Esta vez, por las expectativas creadas, se ha disparado la ilusión del aficionado, por lo que todo lo que no sea subir supondría, seguramente, la mayor decepción de esta dura travesía.
En esta docena de años ha habido pretemporadas de todos los colores, las cuatro últimas empañadas sobre todo por la mala elección de los delanteros, una ruleta de despropósitos que han conducido a la salvación como el mayor milagro posible. Víctor quiere revertir de cuajo esa situación vergonzante y el fondo de inversión parece dispuesto a escucharle siempre que se instale en la realidad. El entrenador estuvo muy cerca de ese ascenso el curso de la pandemia con un equipo muy bien armado entre verano e invierno por Luis Suárez, Dwamena, Vigaray, Puado, El Yamiq y no tanto con Kagawa, la estrella del Dortmund ya en su ocaso. Tampoco se acertó con Burgui, Álex Blanco, Dani Torres y André Pereira, pero al Real Zaragoza le dieron las fuerzas a duras penas para presentarse en el playoff ante el Elche sin Suárez, reclamado por el Watford, y Puado, que cayó enfermo.
La plantilla con mayor nivel desde el último descenso se construyó en la temporada 2014-2015 con Ángel Martín González y Víctor Muñoz, guillotinado por capricho de Carlos Iribarre, por entonces directivo de la Fundación con ínfulas deportivas, para dar paso a Ranko Popovic, con quien el ascenso se quedó a 6 minutos en la final con el Las Palmas. Fue un ejercicio convulso que comenzó con la plantilla en pañales en la primera jornada en Huelva, siguió con cinco jornadas sumándose los fichajes y sin victorias en el casillero y arrancó al encadenarse seis triunfos y un empate. En la jornada 10ª, el Real Zaragoza ya era quinto, pero un bache de cuatro encuentros y un solo punto hizo que las tensiones cada vez más insostenibles entre Víctor e Iribarren se tradujeran en la destitución del entrenador tras perder contra el Numancia en Los Pajaritos. Octavo y a un punto de la promoción, el conjunto aragonés fue entregado al serbio Ranko Popovic.
Martín González, actualmente en el Huesca, se había sacado de la chistera y a toda mecha un vestuario casi redondo, con futbolistas muy jóvenes como Cabrera; Borja Bastón, procedente de un Deportivo al que había ayudado a subir a Primera con sus diez tantos; Eldin Hadžić, una apuesta de riesgo; un Ruiz de Galarreta errante tras sus dos roturas de cruzados; Willian José, Bono, Jaime Romero, y veteranos con un enorme poso como Mario y otros que ofrecieron su mejor versión posible, caso de Dorca y Pedro. Siete se hicieron fijos en la titularidad, con Bono, William José y Romero de principales y relevantes alternativas. Si llegaron hasta las puertas de la gloria no fue por casualidad.