No tengo ningún interés en comentar el caso Vinicius porque siempre hay quienes malinterpretan tu opinión. No suelo hablar ni escribir sobre aspectos fuera del Real Zaragoza porque el entorno y el núcleo de los grandes clubes como el Real Madrid o el FC Barcelona son tan políticos y mediáticos que me aburren. Lo que sí me apetece es destacar la importancia del negocio balompédico español que llega a oscurecer los graves problemas sociales muy cerca de las elecciones municipales y autonómicas de gran parte del país. Cosa que no ocurre con las inundaciones a causa de la dana, del olvido más absoluto de la permanencia del coronavirus entre nosotros o de la batalla virtual de Franco contra ETA, en un metaverso utilizado por las corrientes de uno y otro signo.
El Real Zaragoza se mueve, por otra parte, en un amplio espectro de la sociedad aragonesa sin contar en absoluto para las grandes audiencias nacionales y con el control de quienes mueven localmente sus hilos. Si el presidente de PRISA (SER, el País, AS, Caracol o Santillana) está unido a Hiberus que acoge al grupo Henneo y Heraldo de Aragón y tiene intereses en Miami (Jorge Mas) o en Colombia (Gustavo Serpa) entre otras actividades empresariales, es difícil que se escape algo de sus intenciones con el control mediático de la ciudad.
Al margen de su interés en La Romareda y la posibilidad de establecer la explotación durante 75 años de los negocios que se puedan desarrollar en su estadio o alrededores, es muy escaso el valor deportivo. Trascendental para la afición y la propia capital pero fuera del ámbito de negocio, excepto en las llamadas «sinergias» por la presencia de sociedades de representación futbolística. Con clubes en Estados Unidos, Francia, Colombia o España, son sus mercados más atractivos pero con los agentes de jugadores la red se amplía a todo el mundo. Y en estas estamos a unas horas de la despedida de Alberto Zapater.