El Real Zaragoza comenzará jugando el sábado en Las Palmas como seguramente jamás lo ha hecho en su historia, o al menos con esa cantidad de adrenalina que desprende el gegenpressing (contrapresionar), la presión adelantada o la presión tras pérdida que encontró su máxima expresión en la Bundesliga con entrenadores como Wolfgang Frank (Mainz), influenciado por el legendario entrenador del Milan y de Italia, Arrigo Sacchi, Jupp Heynckes (Bayern), Julian Nagelsmann (Hoffenheim), Roger Schmidt (Red Bull Salzburg), Ralf Rangnick (Hoffenheim y RB Leipzig) y, por su supuesto, Jurgen Klop (Borussia Dortmund). Un estilo que han implantado en sus equipos Marcelo Bielsa, Guardiola, José Mourinho o Pochettino con diferentes variantes. El objetivo primigenio consiste en estrangular al rival con fórmulas que le impidan evolucionar en su campo con el balón, volver a hacerse con la pelota y bien definir lo antes posible o reiniciar otra secuencia de pases muy cerca del área enemiga. «El mejor media punta del planeta», define Kloop a esta estrategia. Volver de nuevo al ataque, con un rival abierto en abanico que invita a atacar un espacio que anteriormente no existía.
Esa guerra relámpago, plena de energía, velocidad y coordinación, resulta muy efectiva no sólo para atacar sino también para protegerse con una defensa muy adelantada que colabora en el ejercicio de ahogamientos y reduce los espacios. Juan Carlos Carcedo no deja de trabajar en ello y no lo hará hasta la última jornada porque se trata de un método que hay que pulir a diario no sólo en función de uno mismo sino también del estudio del rival y cómo proceder en cada encuentro. El éxito está en la cabeza del entrenador pero se confirma en la coordinación de los futbolistas y en su implicación, que debe rozar la máxima armonía. La cuestión es si el técnico dispone de las piezas adecuadas para hallar la respuesta que espera. En los últimos partidos de la pretemporada, sobre todo frente al Betis, donde la alineación se aproximó a la que arrancará el campeonato, se apreciaron bastantes detalles de esa fórmula tan enérgica y atractiva como arriesgada al mínimo desajuste.
Jugadores con carácter y un fuerte trabajo mental y de convicción y una notable aportación física. Es el material que exige el gegenpressing. Y, cómo no, personal ofensivo capaz de finalizar la acción tras el anterior desgaste colectivo. En este sentido, el Real Zaragoza cojea porque la gente de arriba, pese al espíritu guerrillero que aportan a la causa Azón y Giuliano, carece de un talento elevado en la finalización, lo que conduce a que los sobreesfuerzos terminen por pasar factura al equipo con el paso del tiempo. Por detrás, los automatismos se van engrasando con un centro del campo donde Jaume Grau y Manu Molina se esmeran en la anticipación y, además, administran el balón con criterio. Gámez, Francés, Jair y Chavarría se agrupan junto a la medular para exprimir metros, facilitando esa homogenidad imprescindible para que el adversario sufra la angustia de la falta de salidas: en presión sobre el poseedor del balón o en taponar las líneas de pase que fuercen la lanzamiento en largo como única vía de escape.
El cambio es absoluto en relación a la tendencia más conservadora y clásica que estableció Juan Ignacio Martínez para salvar al conjunto aragonés de que descendiera de categoría en dos ocasiones. El problema es que Carcedo dispone por ahora casi de la misma plantilla que JIM para insertar una idea antagónica y hacer de la pelota una herramienta a través de la que evolucionar y ejercer una constante autoridad. Será complicado que el Real Zaragoza, aun siendo reconocible en sus intenciones, consiga en sus primeros pasos en la competición oficial ser esa orquesta en campo contrario que pretende el técnico riojano. Porque los beneficios del gegenpressing son suculentos si el sacrificio y la calidad se conjugan al mismo tiempo. Un mínimo desajuste puede provocar que el contrincante supere esa línea de presión, ponga en marcha transiciones verticales y obligue a un repliegue a toda máquina y en ocasiones desorganizado. En este verano de preparación, se han sucedido esa circunstancias en las que se ha podido ver a Grau, Manu Molina o Petrovic frenando las contragolpes con faltas constantes para evitar males mayores, o a Francés saliendo de zona a destiempo… No pocos goles se han gestado al fracturarse la unidad de combate. Hasta Kloop entiende que su heavy metal puede desentonar porque a veces, en la elección de los jugadores, «tapas un agujero y abres otro», y porque «no funciona todo el tiempo, por lo que hay que aprender a defender de otras maneras».
«Esa fue la clave: nuestra presión fue tanto psicológica como física», explicó Sacchi sobre su glorioso Milan. Juan Carlos Carcedo trabaja ese concepto bruñido por los artesanos de la Bundesliga para un nuevo Real Zaragoza cuyas intenciones son las de conquistar el territorio del enemigo sin exponer el suyo. Por el momento, está en el taller de las ambiciones.