El gran fracaso de los niños de papá

La compraventa del Real Zaragoza está siendo presentada y tratada con una naturalidad y condescendencia abrumadoras. La coincidencia general de que el ciclo de la Fundación había llegado a su fin y la aparición por sorpresa de un grupo interesado en relanzar económica y deportivamente al club se han superpuesto a la valoración del enorme fracaso de una gestión de siete años y sus consecuencias. El equipo de empresarios aragoneses que llegó en 2014 para evitar la desaparición de la institución va camino de ser santificado de nuevo como salvador cuando lo que han emprendido es una huida en toda regla, un abandono propiciado por la imposibilidad de negociar en interés propio con el club, que era su principal objetivo, y el rechazo a seguir financiado los pagos de deuda que apremian. Su herencia, según su espejo oficial, el Heraldo de Aragón, son los hermanos Álvarez del Campo, hijos del periodista Cándido, y el abogado catalán Kiko Rodríguez. Otros medios han ratificado esos nombres pero nadie ha podido o querido descubrir quiénes están detrás de esa máscara que promete cerca de 50 millones de euros, especulando con una segunda vía aún más invisible aunque teóricamente auspiciada por la Liga de Fútbol Profesional. La percepción es que esta semana todo quedará visto para sentencia, que la operación se cerrará para dar paso a un nuevo mundo con el ascenso a Primera de fondo de pantalla.

La afición está agotada de un trato con demasiada marejadilla y de una información redactada con tinta sombría por Fernando de Yarza, valedor de los inversores que en principio serán quienes se hagan con la mayoría de las acciones. Lo único que justificaría una demora que tiene a Miguel Torrecilla y a la plantilla en un sinvivir y suavizaría la intrigas versallescas de un consejo de administración partido en dos, sería la autenticidad sin fleco alguno de ese capital –español, extranjero o mixto– que llegaría para cicatrizar las múltiples y profundas heridas del Real Zaragoza. Lo que no se aproxime a un desembarco en toda regla que higienice tesorería, despachos y cargos inaceptables, propiciaría otra estado de ambigüedad difícilmente sostenible. El telón de la verdad se levantará en el momento en que se sepa cuál es el margen de maniobra del director deportivo para fichar, cuando reciba la orden de construir un vestuario que necesita una remodelación absoluta. La nueva propiedad buscará, como es lógico, su beneficio y que este repercuta en su apuesta. ¿Cuánto va a jugar en una ruleta con demasiados números trucados y otros vacíos? Esa es la cuestión.

El pelotazo de la Fundación, con un nuevo y apetitoso campo como motor de su disfrazado altruismo, no ha sido posible. Gran parte de sus componentes, que se irán sin gloria alguna y muy señalados por la afición, han cometido un pecado capital al margen de que estuvieran en su derecho de comerciar con el Real Zaragoza con la lógica simbiosis a la hora del reparto: entraron en el fútbol siguiendo las pautas de su éxito empresarial (o el de sus familias) en otros sectores y también a lomos de una posición de privilegio ganada en la cuna que les ha impedido entender un firmamento incomprensible sin las emociones de la hinchada como eje solar. Ni han descifrado el espíritu potrero de este deporte en la hierba y en las moquetas ni han creído en la modernización ni al final han contado con el favor político que esperaban.

El fútbol se rige por sus sus propios patrones en economías pobres o más agraciadas, y uno de sus puntos cardinales reside en las personas que asumen la doma de un animal salvaje, imprevisible aun domesticado. El Real Zaragoza es una bella bestia al margen de las cadenas que le oprimen desde hace más de una década en una dolorosa jaula. La Fundación le adoptó para exhibirlo como un adquisición de fastuosos réditos futuros pero, fruto de la impericia profesional general, se ha visto devorada por su magnitud; por sus particularidades e idiosincrasia; por su monumental historia que no ha consentido que niños de papá cualificados para otras labores de intermediación de fortunas consanguíneas o un dinosaurio sin apego al club ocupen un solo renglón más en su magnífica crónica. Toca esperar si saltan del barco, toman los botes salvavidas que les ofrecerá el nuevo capitán o alguno logra colarse entre la tripulación. Toca saber si va a entrar en puerto un yate de lujo con la cabecera del Heraldo impresa en el costado de estribor o una canoa para seguir surcando aguas bravas.

One comment on “El gran fracaso de los niños de papá

  • Maño de Vilassar , Direct link to comment

    Excelente relato de la verdadera realidad del Real Zaragoza. Triste situación la que estamos viviendo los zaragocistas, veterano en mi caso

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