El técnico, que ha hallado el estilo más adecuado para el Real Zaragoza, relaciona los malos resultados a los errores de sus jugadores, pero no se incluye en la toma de decisiones en dos partidos que ganaba 2-0 y en los que no ha tenido en cuenta la conservación de los resultados de un equipo muy justo de físico
El Real Zaragoza jugó muy bien en Gijón y tuvo minutos muy potables frente al Eibar. En ambos partidos consiguió una ventaja de dos goles y en ambos casos no ganó. Hubo errores múltiples en El Molinón, con especial protagonismo de Poussin, y se repitieron este sábado en La Romareda, con Jair muy en el foco de la culpabilidad de la remontada de los armeros. El técnico de lamentó por igual que en estos encuentros el triunfo se había escapado por los fallos de sus futbolistas más que por el acierto de los rivales. En ningún caso se incluyó lo más mínimo como responsable de esas catástrofes. Fran Escriba, después de varios experimentos en las alineaciones con cambios y planteamientos que empobrecían al grupo, dio con la tecla en la visita al Sporting, admitiendo que la naturaleza de la plantilla estaba reñida con su método constreñido, vistoso cara a la grada con dos delanteros pero de marcado espíritu conservador.
Los futbolistas y su correcta ordenación en el campo han llevado al Real Zaragoza a su mejor versión posible, un conjunto más que apto para luchar por un puesto entre los seis primeros, en concreto para una de las plazas de promoción de ascenso porque la vida directa le viene grande como se ha comprobado, por diferentes motivos, en la primera docena de partidos. Ese es el objetivo real y al que siempre se ha ceñido el club y Juan Carlos Cordero después de confeccionar una plantilla competitiva. El liderato, adornado con una tacada de cinco victorias, fue una bonita historia. Para lo que resta de campeonato, el propósito es estar lo más próximo posible de esa línea fronteriza, mejor por arriba que por abajo, con las baterías bien cargadas para la recta final de la fase regular.
Sin embargo, ha surgido otro problema después de resolver a qué y con quién debe jugar el Real Zaragoza. Escribá está mostrando un extravio considerable para gestionar lo que genera el equipo en su esplendor. Contra el Eibar hay que elogiarle que en lugar de ordenar un bloque bajo para guardar a buen recaudo los goles de Mesa y Grau, ordenara seguir apretando arriba, lo que le resultó hasta que el conjunto aragonés se arruinó físicamente y quedo expuesto a un adversario feroz con la jaula abierta. Si hubiese hecho lo contrario con igual resultado, las críticas le hubieran llovido igual. No obstante, este Real Zaragoza que ya debería conocer bien, es un torbellino con una hora o poco más de autonomía, y no goza de buena salud.
Debería sumarse a esos errores, a pecar ahora de audacia donde antes lo hacía por timidez. Con dos tantos por delante y el conocimiento exhaustivo de lo que tiene en sus manos, lo más profesional y no por ello predecible hubiese sido protegerse mucho más (¿tres centrales, quizás?). En Gijón se fueron con molestias Aguado y Jair, lo que condicionó la última media hora, en la que por cierto marcó Azón lo que parecía la sentencia para los asturianos. Más tarde se quebró Cristian y Poussin hizo historia viral después de que Toni Moya protagonizara entre bastidores de una perdida que metió al Sporting en el partido. En una cita de enorme exigencia, el entrenador renegó de completar los cinco relevos. Dos de los cuatro que eligió fueron Mollejo y Bermejo que no destacan precisamente por aportar equilibrio y pausa. En ese duelo, se comprobó que el banquillo se le ha quedado corto, con Francés de maniobras con la sub 21.
Frente al Eibar no hay excusas. Ni tan siquiera las ausencias de Francho y Nieto a las que tanto recurre el técnico para explicar el porqué de casi todo. Se dejó llevar por la pasión o la desorientación y tampoco, en pleno declive, supo como contener a los guipuzcoanos, muy superiores, quienes exprimieron los espacios abiertos para comprometer duelos individuales que ganaron Stoichkov y Bautista, con el constante suministro de Matheus y Mario Soriano. Y Francés sin despojarse siquiera del chándal. Escriba, según se desprende de sus exposiciones, nunca falla. Cristian se rompió y está vez va para largo; Nieto ha pasado por el quirófano; Francho última una recuperación que no es inmediata… Se han resentido los músculos de Gámez, Quentin, Jair, Aguado, Azón, es decir que al menos ocho titulares potenciales han sufrido y sufren la delicada salud de un grupo al límite que además tiene a su nómina más alta, Bakis, en el diván de los deprimidos. Esa evidencia ha de administrarse con un plan B que en estos dos encuentros no ha existido.
Suena bien la música hasta que los violinistas desfallecen y el director de orquesta se empeña en seguir con el mismo concierto. Escribá había superado el examen de ajustar sus recursos a las necesidades concretas del Real Zaragoza. Se equivocó y rectificó. De nuevo afronta otro reto, el de ofrecer alternativas a esos futbolistas a los que deja tan solos frente a las acusaciones: considerar que él mismo puede ser un problema si se enroca en no distinguir entre el bien y el mal de un equipo capaz pero necesita reinventarse sobre la marcha para no acentuar su vulnerabilidad aun con dos goles arriba.
Buena radiografía de lo que pasa y por qué pasa.
Es verdad, Escribá siempre echa la culpa a los demás , pero es muy justito como entrenador.
Le gusta mucho LLuis lópez, pero es muy lento y hace peor a Jair porque juega más inseguro.
Tiene dos centrales en el banquillo muy rápidos y que aportan más confianza a Jair porque son mejor complemento.
Completamente de acuerdo con todo lo escrito.
Cinco puntos en siete jornadas no es de recibo bajo ninguna circunstancia.
Creo que la plantilla no lo quiere como entrenador y, desde luego, ahora sí que llega el momento de Cordero. Sólo él y el director general pueden revertir esto, pues, en caso contrario, entraremos en una decadencia extrema que hay que evitar antes de que sea tarde.