Los amantes de la media inglesa (una victoria y un empate consecutivos) se chuparán los dedos con la igualada sin goles del Real Zaragoza en el Carlos Belmonte. Fran Escribá será un hombre feliz porque es la primera ocasión desde que llegó al conjunto aragonés que la portería se queda a cero (también la primera que no marca en Liga). Y los estrategas dirán que el partido planteado y ejecutado fue más que correcto pese a que se realizaron siete cambios en la alineación, variación en masa que la verdad no se notó en exceso ni para bien ni para mal. Quedan los marginales, los que asisten a un encuentro de fútbol para ver eso, precisamente fútbol, pero ni Albacete ni Real Zaragoza se lo ofrecieron ni por un instante. Uno por abusar mal de la interpretación del juego directo, y el otro por su fatigosa insistencia en los pases de seguridad, en parte porque no da más de sí más allá del último tercio del campo, es decir donde ocurren cosas.
El horror, por lo tanto, también puntúa. Y este Real Zaragoza, por desgracia, no está para despreciar todo lo que le costó que ocurriera lo menos posible en esta cita ante un recién ascendido que empezó como un cohete y ahora cotiza a la baja. De igual a igual, de nada a nada, el equipo de Escribá consiguió ser una jornada más invencible aunque sin un crecimiento detectable en la mayoría de sus acciones, que se repiten salga quien salga en el once. Tuvo una pizca más de firmeza defensiva, lo que no es asunto baladí teniendo de portero a Álvaro Ratón, quien en dos ocasiones hizo todo lo posible para que el triunfo se quedara en Albacete. Provocó un par de incendios con una salida con la cesta en lugar de con las manos y en un balón que no supo agarrar para luego acudir como capitán del cuerpo de bomberos, salvar las situaciones de peligro y llevarse los honores de haber llegado a tiempo con la manguera.
No es sencillo empatar con uno menos. Aún más complicado hacerlo con dos. Porque Eugeni, agraciado en el sorteo de las rotaciones para volver a la titularidad, anduvo por el campo, literalmente. Está a un nivel físico que además de preocupar al entrenador debería alertar al cuerpo médico del club. Llega con el aire justo a la mayoría de los balones, en el cuerpo a cuerpo no gana un duelo y en el repliegue parece como si redactara su testamento. Aunque quedó visiblemente señalado, sus compañeros de zona le rescataron en no pocas ocasiones. Un boca a boca en toda regla, unos primeros auxilios gracias a la buena colocación de Zapater y de un Manu Molina que estuvo siempre en su sitio, muy mejorado con respecto a la era Carcedo. Con el capitán simplificándolo todo para que el Alba no llegara a la presión ni transitara, Molina contuvo la pelota y la repartió con criterio en su mayor parte horizontal. Entre ambos anestesiaron las intenciones verticales de un individualista Manu Fuster e incomodaron a Maikel Mesa, los principales constructores de Rubén Alves.
El Albacete llegó por los errores de Ratón. El Real Zaragoza, después despellejar el balón en ese control policial, tuvo la suya en un testarazo de Pape Gueye, quien intervino más que nunca porque estuvo 90 minutos y porque Giuliano se ausentó por completo del partido, lo que hizo que se buscara la opción del gigante senegalés. El ariete cabeceó y Bernabé despejó. Le vino el balón por segunda vez, pero ya era demasiado. Con los pies es una calamidad dentro y fuera del área. En cuanto vuelva a Iván Azón, su sitió estará al fondo del banquillo si es que en invierno no se ficha a otro delantero, lo que le hará casi imposible entrar en una citación. Como no había forma de ir más allá de tres cuartos y los atacantes eran hijos de la noche, Manu Molina, Zapater y Larrazabal lo intentaron desde lejos sin que Bernabé se doblara el espinazo.
Como se está eludiendo que Escribá conoció la derrota en la Copa en su debut, queda el consuelo de presentarle como invicto para justificar un salto adelante sólo tangible para los conformistas o para quienes se dejan seducir con cualquier baratija después de diez años en Segunda. El resultado y la forma de conseguirlos no fueron malos para gratificación de la calculadora. Lejos de los números, se gestó en el horror, en una noche cerrada que sí ofreció una luz: la reaparición año y medio después de Vigaray, un jugador de Primera con todas las letras a quien las lesiones graves le han dejado en el lugar equivocado. Tuvo un detalle de calidad que valió por todo el partido. O lo que sea a lo que se jugó en el Carlos Belmonte. Mejor no dormirse en los brazos de la media inglesa en esta competición del fin del mundo.
Albacete BP: Bernabé, Rodríguez, Djetei, Cristian, Alonso (Alcedo, 63´), Álvarez (García, 70´), Olaetxea, Mesa, Fuster (Juan Antonio, 81´), Dubasin (Maestre, 70´ (Kawaya, 81´)) e Higinio.
Real Zaragoza: Ratón, Larra (Vigaray, 78´), Francés, Jair, Fuentes, Molina (Jaume 85´), Zapater, Francho, Eugeni (Vada, 77´), Giuliano (Mollejo, 78´) y P. Gueye.
Árbitro: Rubén Ávalos Barrera. Amonestó a Jair (min. 21) y a Molina (min. 82) por parte del Real Zaragoza.