El mediocentro

Marc Aguado ha ratificado en la pretemporada su brillante paso por el Andorra con una pulcra interpretación del juego que le sitúa por delante de sus competidores por el puesto

Fran Escriba tiene un problema, o más bien una duda que no resolverá hasta la primera jornada frente al Villarreal B. Aunque ha ensayado con el rombo centrocampista para dar cobijo a sus mejores intérpretes de la medular para que Maikel Mesa despliegue su vocación de mensajero ofensivo, es más que probable que el técnico insista en sostener el equipo en su preferencia por el doble pivote. Dependerá mucho si los extremos por llegar le animan a percutir por fuera o si le será más ventajoso explorar los pasillos interiores en el caso de que los velocistas de banda no lo sean tanto. A Mesa hay que buscarle un lugar en ese galimatías estratégico. El entrenador le ha dado galones de delantero enmascarado y de mediapunta. No sería extraño si termina por decantarse por su estilo predilecto, el refinado futbolista sea la pareja de Bakis arriba.

En ese lienzo aún inacabado, Marc Aguado se está imponiendo su paleta de colores para dirigir al Real Zaragoza con todas sus consecuencias. Toni Moya posee un motor de altas revoluciones capaz de movilizarse hasta posiciones de gol y Francho abraza el campo como nadie con su energía atómica. Sin embargo, en una dupla en el cigüeñal del conjunto aragonés, la pulcra interpretación del juego de Aguado debería ser un asunto de estado. Es el mediocentro por excelencia. Había alguna ligera sospecha sobre si se adaptaría a las necesidades del Real Zaragoza, muy distintas a las de un Andorra de control absoluto donde su jefatura no admitía discusión. En este calendario estival, en diferentes circunstancias y frente a rivales de corte inferior, similar y superior, su respuesta ha ha sido tajante: su gobierno del balón y de los tiempos no son un asunto geográfico ni parte del plan de un entrenador determinado, sino un don de su naturaleza de líder que ha madurado para asumir el bastón de mando.

Aguado ordena y manda desde una colina muy posicional, pero su cabeza abarca variedades mucho más amplias que la posesión sensata y el pase de seguridad. La sencillez con que ejecuta su función le avalan como primer y primordial eslabón en la salida de la pelota, en esa labor su aportación es fantástica por sentido, sensibilidad e intención, trufada por una agudo espíritu defensivo que multiplica su valor. Sus fronteras, no obstante, alcanza otros horizontes más lejanos con pases de precisión de larga distancia con los que rompe la espalda de rival. Presiona con inteligencia, roba con astucia y reconstruye con la sangre helada. Sólo le falta gol. Si lo tuviera, por supuesto, no estaría en La Romareda. Escribá tendrá que elegir los días sin rombo. Entonces el mejor mediocentro, Aguado, jugará con Moya o Francho mientras Grau ha sido desplazado a reservista.

Foto Real Zaragoza

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