El director deportivo, que finaliza contrato, esta inmerso en su quinto mercado sin dotar al Real Zaragoza de brillo competitivo tras 28 fichajes con apenas ocho que hayan traído algo de luz
Juan Carlos Cordero se mueve al ritmo impuesto desde la central de operaciones de Madrid. Y lo volverá a hacer en su quinta ventana como responsable de las operaciones. Las pautas las marca el fondo de inversión y no se sale de ese carril, por donde también circulan con voz y voto Mariano y Aguilar y Emilio Cruz. Esta temporada se buscó un matrimonio de conveniencia con Víctor Fernández, pero ni la alianza forzada entre ambos ni el poliamor con los consejeros rojiblancos funcionaron en una relación antinatura que acabó con el técnico desprendiéndose del anillo que había aceptado en aquel altar del Metropolitano. En su primer mercado completo, en el verano del 2023, el director deportivo sedujo por la celeridad de las negociaciones de entradas y salidas y por un listado de nombres que incitaban a la esperanza. Era su primer examen con jurado tras la aportación que tuvo en enero, recién contratado, con las cesiones de Alarcón y Bebé. En el mes de que dispone para mejorar la plantilla que ahora entrena Miguel Ángel Ramírez, su gestión debería estar enfocada para relanzar al equipo en la segunda vuelta, pero su currículum en el Real Zaragoza y las limitaciones impuestas y aceptadas desde la jefatura indican que se cumplirá el expediente y que luego la competición y la mano del nuevo entrenador dicten sentencia.
Su contrato finaliza el 30 de junio de 2025 y es muy probable que su continuidad esté ligada a lo que suceda en el resto del campeonato. No hay que descartar tampoco que Cordero haya entrado en la misma rueda de Raúl Sanllehí, y que la empresa le considere uno de los suyos por encima de todo. Entre préstamos y jugadores en propiedad, el ejecutivo ha firmado 28 movimientos desde su llegada y apenas 8 le han dado algo de brillo a un Real Zaragoza motorizado desde la teoría para vuelos altos. Bebé resultó rentable y muy poco Alarcón. Con mando en plaza, a Bakis lo trajo con problemas en la rodilla pese al informe médico del que disponía sobre su estado de salud. La pésima elección del delantero, que no tardó en sufrir las consecuencias de su maltrecha articulación y de su negación goleadora, estancó al conjunto aragonés en el mismo punto de siempre, el desacierto en la selección de los arietes. Ni el insurgente Mollejo ni los decepcionantes Manu Vallejo y Sergi Enrich ayudaron en ataque. Sólo Maikel Mesa, con 11 tantos, colaboró a maquillar la languidez ofensiva
Del resto de las adquisiciones, Poussin pasó por un infierno personal por sus errores; Moya flotó como futbolista importante con graves desconexiones; Lecoeuche anduvo más pendiente de su cuerpo cristalino, y Valera, que comenzó como un extremo diferencial de verdad, se fue enredando con sus excesos con la pelota tras previa experiencia como lateral largo. De este grupo, Mouriño, un joven portento físico, fue el único que convenció pese a que debió adaptarse el lateral derecho en varias ocasiones cuando su naturaleza es de central. En ese invierno, Cordero estuvo más acertado. Badía trajo la calma a un a una portería atormentada por la lesiones de Cristian, los demonios de Poussin y el discreto nivel de Rebollo. Con Guti, las expectativas de una medular con más músculo crecieron, pero el aragonés se rompió la rótula en su debut. La llegada de Zedadka resultó un remiendo sin más historia que buscar una alternativa a Fran Gámez que no funcionó.
La última experiencia de Juan Carlos Cordero tuvo la peculiaridad de que le pusieron junto al volante a Víctor Fernández. Las aspiraciones y exigencias del técnico de reconstruir el vestuario lo máximo posible y enfocar el ascenso como único objetivo y el efecto cuña de Cordero para dejar su sello produjeron un extraño mestizaje de 13 novedades. A Bazdar lo trajo la propiedad mientras el director deportivo y el entrenador se repartieron un reseteo incompleto y con jugadores que por diferentes circunstancias no han estado a la altura. Los batacazos sonoros con Kosa, Gori, Adu Ares, Marí y Clemente se entrecruzan con la baja productividad de Femenías, Tasende Vital y un Aketxe superado como referencia, papel que jamás ha interpretado. Calero le ha dado cierta alegría a la banda derecha, pero sin excesiva. La enfermería y en varios casos la administración de las lesiones por parte del cuerpo médico han perjudicado las, seguramente, tres mejores apuestas: Soberón, Bazdar y Kedi Bare. Cordero trabaja para Ramírez, pero con este historial del cartagenero y con la esperanza de que se despeje el hospital de campaña, todo indica que será Ramírez, con la papeleta de Azón, Francho y Aguado, quien deba resolver en solitario una tesitura compleja. Mejor que descarte una ventana con vistas al ascenso. Por el momento, según informa el Periódico de Aragón, ya se le ha comunicado a Jair Amador que cuentan con él. El mensaje está muy claro.