El equipo de Fran Escribá debuta frente al Villarreal B con mucho por hacer, pero impulsado por la cabal reconstrucción de la plantilla por parte de Juan Carlos Cordero y una sobredosis de ilusión colectiva que ha calado hondo en el aficionado
Todos los años por estas fechas durante la última década, es decir el primer día de clase, ha habido motivos más o menos ciertos más o menos artificiales para sembrar la ilusión del regreso a Primera. Sólo el curso de la competición ha descubierto si había razones para la esperanza, porque la mayoría de los fichajes que se han ido sucediendo en los diferentes mercados de verano dejaban en el aire la auténtica dimensión de los contratados o cedidos, unos con poco nombre que han sorprendido o se han despeñado, otros en busca de un ocaso apacible y algunos ilustres que han salido por la puerta de atrás. También ha habido entrenadores de todos los colores y metodologías, y en los tres últimos años una firme apuesta por la cantera en gran parte por el fracaso de las direcciones deportivas en la configuración de las plantillas. El primer Real Zaragoza de la multipropiedad resultó un desengaño absoluto, heredando vicios y errores del pasado. En su segunda oportunidad, el grupo que preside Jorge Mas, con la construcción de La Romareda en su punto de mira y después generar maniobras financieras en beneficio de la delicada situación ecónomica, ha optado por resetear el equipo. La figura de Juan Carlos Cordero, en consonancia con Fran Escribá, ha tomado el relevo de los futbolistas este ejercicio como gran reclamo para la afición. La celeridad y la coherencia de la ingente cantidad de las operaciones que ha asumido han sido en esta ocasión el detonante de que la fe haya florecido con un alto componente de euforia en lo que hasta ahora ha sido tierra estéril.
Con mucho por hacer y con buena mano de obra, el Real Zaragoza recibe al Villarreal B calado hasta los huesos de ilusión (21.00), un rival con doble cara, como todos los filiales. Arranca con el depósito lleno y una ruta señalizada hacia las seis primeras plazas. La sobredosis de esperanza tiene fundamento, si bien esa restauración que afecta sobre todo de mediocampo hacia arriba se cobrará peaje al principio y exigirá paciencia para que todas las figuras se desplacen con armonía sobre el tablero. Moya, Mesa, Valera, Bakis, el recién incorporado Mouriño y Enrich, seis de los nueve fichajes a la espera de otro extremo de desborde, prometen cada uno a su manera, con el talento creativo y el gol como epicentros de esa, todavía, presunta mejoría que habrá que ratificar bajo las balas del campeonato mientras se controla algo más la furia de Mollejo y se evalúa lo que pueden aportar Lecoeuche y Poussin. Falta decidir un estilo de juego predeterminado o si el técnico aplicará diferentes sistemas en base a las variantes enriquecidas que le ofrece un grupo que mezcla veteranía en la categoría, juventud madura y mucho apetito, tres de los principales versículos que Cordero subrayó en su biblia para edificar un conjunto capaz de dar un salto de calidad en el campo y en la clasificación. Si antes del 31 de agosto se consigue un defensor tajante y otro galgo de banda, se habrá cerrado muy bien el círculo.
La mejor campaña la ha diseñado el director deportivo, favorecido por el torrencial y martilleante influjo de las redes sociales del club, cuya puesta en escena de los nuevos, los renovados, los equipajes y la captación de abonados merece elogios en su esmerada y también hiperbólica elaboración. Con el anzuelo emocional del «Moverse maños, moverse….» que despidió a Zapater, se ha ido tejiendo una elevada corriente de optimismo, traducida en la espectacular respuesta de más de 26.000 socios enganchados a ese mensaje unidireccional hacia el éxito. El corazón verídico y el virtual se han fusionado para volar sin haber despegado, de la mano de una intuición que deberá revestirse de realidad a partir de este sábado en La Romareda. Un presentimiento forrado por futbolistas que le dan sentido por fin al balón, como por ejemplo Aguado, quien apunta a ser el director de orquesta con otro canterano muy cercano a su atril, Francho. Aunque es muy posible que Azón forme mañana en el once, en el futuro próximo los chicos de la casa, protagonistas impagables en el trienio de las sombras, van a perder peso en las alineaciones. Francés incluido, mucho más al aumentar la familia de centrales con Mouriño. Nieto, como siempre, buscará su eterna reivindicación en el lateral izquierdo, esta vez con la competencia de Lecoueche.
El encuentro contra los groguets, al que seguirá otra cita en casa la próxima semana ante el Valladolid, pinta un Real Zaragoza con rombo de salida en la medular. No porque le enamore a Escribá, sino porque tanto Bermejo, como Valera y Mollejo necesitan integrarse por completo para utilizar los carriles como herramienta desequilibrante. Cristian, Gámez, Lluís López, Jair, Nieto, Aguado, Francho, Moya, Mesa, Azón y Bakis puede ser el equipo del debut frente a un Villarreal B que ha perdido a Hassan, Pacheco, Iosifov, Dela, Álex Millán, Fer Niño y Carreira pero que mantiene su identidad de escuela sin la presión del resutado, lo que le convierte en un adversario imprevisible, capaz maravillar por su descaro y de romperse por la misma causa. Todo lo que no sea una victoria dejaría un poso de desencanto para un Real Zaragoza con mucho y buen combustible para la carrera de la ilusión, un gran premio de 42 vueltas al circuito de Segunda donde se comprobará si su maquinaria se corresponde al entusiasmo desatado por el buen trabajo de Cordero y al grito de felicidad constante que inunda las redes sociales en todas las esquinas de la ciudad y en las inflamadas cuentas zaragocistas.
Foto Real Zaragoza