Miguel Torrecilla, como los hermanos Marx en una Noche en la ópera, se encuentra en mitad de un demencial camarote abarrotado de futbolistas que no le sirven a Juan Carlos Carcedo y que impiden que el club pueda fichar una sola incorporación más mientras no se produzcan las correspondientes salidas, según informa el Periódico de Aragón. A once días de enfrentarse al Las Palmas en el inicio de la Liga, el Real Zaragoza, por mucho que se quiera presentar como una institución relanzada por los hermanos Mas y un grupo empresarial que en el fondo es títere de Miguel Ángel Gil Marín, máximo accionista y consejero delegado del Atlético, sigue siendo reo de un límite salarial que el nefasto director deportivo ha colaborado a llevar a la mínima expresión. Tienen el ejecutivo y Raúl Sanllehí poco más de un mes, con varias jornadas ya disputadas, para buscar ubicación a Carbonell, Buyla y Clemente, canteranos que ya han sido informados de que no se cuenta con ellos. Tiene pendiente el nuevo matrimonio mucho más que eso: formar un equipo que compita sea cual sea el objetivo.
Por hora, Torrecilla ha hecho lo fácil con Bikoro, Ros (ambos desvinculados), Baselga, Marc Aguado, Ángel López y Sabin Merino (cedidos), este último gracias a la intervención colchonera para que su Atlético San Luis se haga cargo del delantero vizcaíno y del medio millón de euros que cobra. En un segundo paquete que no se ha hecho oficial, se comtemplarían las rescisiones de Narváez y Petrovic (una venta que resulta inviable por el pobre rendimiento de ambos y por lo elevado de sus nóminas), la marcha como sea de Raton, cuya continuidad no tiene ningún sentido, y la exposición en el mercado de Nieto o Lasure o incluso de Vada. Larrazabal, a quien Carcedo sacó de la lista de prescidibles, apunta a volver a ella. El color rosa que se importó desde Miami y que durante un tiempo ha cubierto la auténtica realidad del club, va dejando lugar a una situación deportiva pareja a la que se vivió con los antiguos propietarios. La temporada que se aproxima, como las nueve anteriores, se ha edificado sobre la tradicional obligación del ascenso o, en el peor de los casos, como una campaña de transición hacia ese regreso a Primera división. Ningún reloj recoge esos tiempos mientras la afición se ha volcado con el proyecto con 22.000 almas que si algo dicen del Real Zaragoza es que su única verdad perenne la representa y defiende su gente.
Las renovaciones de Azón, Francho y la pendiente de Francés, presentadas como leitmotiv de una campaña de bombardeo con que lo mejor está por venir, eran necesarias y oportunas, pero la posterior política de las sinergias de coste cero con Mollejo y Giuliano, las contrataciones de los agentes libres Manu Molina y Rebollo y la imposibilidad de añadir refuerzos con garantías en posiciones clave como la delantera, descorren un telón tras el que Torrecilla y Sanllehí hacen malabares para que el capital saliente se transforme en moneda de cambio de nuevos futbolistas. Un abracadabra muy poco original pero sin duda urgente porque el dinero invertido en comprar títulos, intercambiar responsabilidades de avales y afrontar gastos domésticos no se ha visto correspondido con otra apuesta sincera por la plantilla. El canje de dueños no ha significado un impacto inmediato a todos los niveles porque el Real Zaragoza, para salir de este callejón financiero, necesita una inyección económica bastante más multimillonaria y transparente.
La pretemporada no hay que tomársela muy en serio en cuanto a resultados. Ahora bien, siempre deja señales positivas o negativas por muy pequeñas o insignificantes que parezcan. El Real Zaragoza ha ganado tres de los seis encuentros que ha disputado, uno de ellos contra su filial y los otros ante el Lleida y el Al Shabab saudí. Salvo en la segunda parte frente al Nástic, donde igualó un 3-0 en contra, en la mayoría de los partidos ha pecado de un mal endémico sin resolver: la inoperancia ofensiva. Iván Azón le ha sacado casi siempre de los grandes apuros con Vada a su lado, los dos pichichis del curso anterior. El método Carcedo, inspirado en la presión alta y la recuperación rápida, se ha visto con cuentagotas, con deficiencias importantes en la sintonía que exige esa estrategia si el rival supera las líneas de ahogamiento. Cuando el adversario ha saltado esa trinchera, la portería lo ha sufrido con desajustes en el repliegue y goles encajados. En un centro del campo que debe motorizar esta fórmula agresiva, sólo Grau ha mostrado jerarquía y buen criterio en la elaboración.
Betis y Girona, dos clubes de Primera, clausurarán este periodo de amistosos antes de viajar a Las Palmas para comenzar un ejercicio incierto por mucho que se pretenda edulcorar. En el camarote de los hermanos Marx y Mas, donde se amontonan consejeros de todos los colores tirando a rojiblancos, otro presidente artificial, Forcén, todavía Cuartero y un buen puñado de futbolistas con los que se negocia para que salgan, Torrecilla y Sanllehí no disponen ahora mismo un euro para fortificar un vestuario demasiado parecido al que tuvo Juan Ignacio Martínez para evitar el descenso.
Foto: Heraldo de Aragón
Conforme van pasando las semanas desde la llegada del nuevo propietario, la sensación de haber sido estafados los seguidores del Real Zaragoza, es más firme y desoladora. Esto todavía puede empeorar más. Nunca mejor dicho lo de más, en honor al testaferro Mas.