El Real Zaragoza de Víctor Fernández es un volcán

El idílico proyecto del ascenso confeccionado por el técnico colisiona con su desconocimiento de la categoría, Cordero, una realidad ajena a cualquier plan ambicioso y una atmósfera interna irrespirable

El idílico proyecto del ascenso confeccionado por Víctor Fernández y sus feligreses y del que ningún representante de la propiedad se ha hecho eco todavía, ni existe ni se le espera. La reunión que mantuvo el técnico en Madrid para confirmar que el fondo de inversión iba en paralelo a sus pretensiones de una reestructuración casi completa de la plantilla para subir su nivel competitivo a la excelencia y aspirar a lo máximo, se presentó casi como un pacto de sangre entre hermanos, pero desde entonces nadie ha subido al escenario para ratificar esa supuesta fraternidad de intenciones. La negativa de Ander Herrera, piedra sobre la que se iba a construir la nueva iglesia, supuso el primer golpe de realidad a una gestión sostenida por las fantasías del entrenador, fracaso al que han seguido las tentativas frustradas de Dotor, mediocentro del Celta, el aragonés Roberto López, fichado por el Leganés, y los intereses por hacerse con futbolistas muy lejos del alcance de la realidad económica del club como Aketxe, magnífica y eterna zurda de Segunda, y Forés, poderoso goleador del Villarreal B.

A ocho días de que comience la pretemporada y a horas de que se abra el mercado de verano, el atasco en el vestuario es monumental en las entradas y sobre todo en las salidas que se persiguen, que serán numerosas y que van a suponer costosas indemnizaciones porque la mayoría tiene contrato hasta el 2025 Han llegado Mario Soberón del Eldense, Joan Femenías del Levante y las que se oficializarán a partir de mañana, Gori Gracia, mediocampista periquito que arrastra dos lesiones de gravedad, y Dani Tasende, lateral izquierdo del minisubmarino groguet que tenía un pacto con el Tenerife. Se espera, no sin que el Elche pida lo suyo, que Edgar Badía regrese a La Romareda. Las adquisiciones, todos con la carta de libertad, comienzan a mostrar un libro de estilo de puño y letra del fondo de inversión y en absoluto próximo al equipo personalizado y tuneado que ansiaba el técnico. El panorama es terrorífico siendo generoso con el adjetivo. La ilusión prefabricada tras la salvación y la confirmación de que Víctor Fernández sería el guía de un amanecer deslumbrante ha sido otra maniobra más de distracción.

Juan Carlos Cordero tiene frente así desmontar onerosas relaciones contractuales en vigor, varios negociados para conseguir compartir nóminas en cesiones (casos de Bakis y Poussin), el pastel de los que regresan (Sabin Merino, Bermejo…), las renovaciones todavía congeladas de Marc Aguado, Francho Serrano e Iván Azón, el sueño imposible de retener a Alejandro Francés y una decena más de contrataciones para reforzar todas las líneas. Con dos meses por delante, hay tiempo; con el capital que quedará, no habrá margen para el vuelo interestelar en la mejor Segunda de la historia, con 17 clubes con historial en Primera. El director deportivo, sobre el alambre y al servicio de la propiedad, y el entrenador siguen sin congeniar lo más mínimo ni en lo personal ni en lo deportivo, lo que acrecienta la situación de descontrol y de improvisación que no sean unos límites establecidos para gastos, condicionados a la presumible negativa de salir de muchos de los señalados como no útiles.

El Real Zaragoza de Víctor Fernández es ahora mismo un volcán según ha podido constatar Príncipes de París desde el corazón del vestuario, que desde el primer día descubrió que el relevo de Julio Velázquez estaba a años luz de su mejor versión profesional y que era un completo desconocedor de la categoría. La impresión compartida de muchos de los futbolistas es que por la puerta había entrado un extécnico. La imagen de derrumbe emocional en su presentación a la plantilla y la posterior rueda de prensa, que abandonó en dos ocasiones con lágrimas en los ojos, causaron sobrecogimiento en un contexto de máximo peligro que se evitó con una permanencia en nada honorable. Había firmado por dos años con una cláusula que le permitía ascender a los despachos si lo consideraba oportuno, pero prefirió seguir en el banquillo con la buena y egocéntrica voluntad de construir un gran Real Zaragoza. Pero ni él está preparado ni los dueños van a darle chueque en blanco alguno. Cuando arranque la competición, habrá que tirar con lo que haya más el suplemento de la sinergias atléticas.

La atmósfera es irrespirable no sólo por la poca elegancia con que se ha tratado el caso Cristian Álvarez, punta de un iceberg mucho mayor donde reina el descontento en mayúsculas y donde algunas sillas menores ya han sido movidas para justificar la inoperancia de cargos superiores. Colgado de ese firmamento de nubes negras, están estos comentarios de Víctor sobre un par de canteranos que no son de su agrado. «Francho es muy plano y Azón un agitador, un jugador muy malo». Por Marc Aguado, a quien quiere Eder Sarabia para el Elche, tampoco se rasgaría las vestiduras si fuera traspasado. De los cuatro cachorros con fin de relación en 2025, el único que le convence es Francés. No se sabe muy bien si Víctor Fernández ha sido víctima de sí mismo o de una multipropiedad cuya hoja de ruta no se va alejar mucho de la temporada pasada –con el entrenador de paraguas– a la espera de que suene la flauta. Lo más probable es que antes o después el volcán explote.