El Real Zaragoza empieza a remar para no hundirse

Pudieron dar la victoria Petrovic y Nano Mesa de cabeza y Vada en un último disparo que se fugó muy cerca del poste de Amir. Un final de alto voltaje sobre la silla eléctrica del condenado a muerte que lucha por su vida. Porque el Real Zaragoza ya ha descubierto que su fútbol carece de la iluminación que se reclama a un equipo con estrella. Una vez más, la séptima consecutiva y la octava acumulada, el conjunto aragonés empató. Y por séptima ocasión tuvo que jugar contracorriente, con el marcador en contra, para evitar la derrota. Que sólo haya perdido dos partidos contrasta con la brusca realidad de que únicamente ha logrado los tres puntos en una ocasión. Frente a la Ponferradina a ese estado de vértigo de rendimiento que ha desvalorizado su crédito, si alguna vez lo tuvo en esas primera jornadas de bullicioso e impreciso potencial ofensivo, para pretender estar entre los mejores de la Liga. Va a remar, una temporada más, para no hundirse. La botella está medio vacía y el tubo de pomada, lleno de aire.

El problema ahora, después de haber prometido el oro y el moro, es reconducir a la plantilla y a la afición hacia una conquista modesta pero no por ello menos vital teniendo en cuenta la situación económica del club, la permanencia. Porque mantener el mensaje original y claramente adulterado de aspirar a lo máximo sería un acto de máxima irresponsabilidad. El Real Zaragoza es la viva imagen de su directiva y, hay que remarcarlo, de una dirección deportiva y un entrenador colaboracionistas de una bufonda: la Fundación y sus patronos por haber jugado durante meses al gato y al ratón con la compraventa, y Torrecilla y JIM por haberse dejado llevar por esa inercia trufada de perversidades. La plantilla encaja en el perfil de la supervivencia y la clasificación lo corrobora. Esa alianza y un vestuario descompensado donde los fichajes apenas aportan y la responsabilidad recae en un alto porcentaje de profesionales con el nivel justo para la categoría, despejan toda duda jornada a jornada, fuera y en La Romareda, donde el público continúa sin un triunfo que echarse al paladar.

Un día es la falta de gol. Al siguiente, el mal repliegue defensivo. Por lo general, un centro del campo de trote cochinero si no está Francho. Ante el equipo de Jon Pérez Bolo se asociaron todos los defectos para dar carpetazo con esa virtud de resistencia a la tragedia que parece la conquista del empate. Un penalti sobre Narváez transformado por Vada encendió al Real Zaragoza, pero no se sabe bien si para ganar o inmolarse en ese fuego sin pólvora. El centrocampista lideró la pataleta una vez retirados Eguaras y Zapater sin haber dejado memoria alguna que no fueran pérdidas reiteradas, si bien hay que recordar que el argentino había formado parte hasta ese momento de un equipo desguazado de ideas, orden, pase correcto y la tensión necesaria que exigía el encuentro. No, no hay héroes que rescatar en un cita que los del Bierzo arrancaron con una importante rotación de sus titulares y en la que se pusieron por delante con un contragolpe que destapó todas las vergüenzas organizativas del Real Zaragoza: un córner mal sacado, Eguaras de cierre para disfrute de la velocidad de Ojeda y un epílogo con remate al palo de Pujol y recogida del rechace de Cristian ante la pasividad general. Por ese pasillo nadie frenó un gol que se cantaba desde su concepción.

Hubo un instante en el que se supo que las decisiones de los entrenadores resultarían capitales con el partido en marcha. La pelota hizo círculos hacia ninguna parte entre dos rivales sin profundidad, con un trato del balón casi denunciable. En ese escenario del horror, Bolo metió a Ojeda en la segunda parte y a la primera que tuvo hizo saltar todos los tornillos defensivos del conjunto aragonés. Juan Ignacio Martínez junto a una pareja imposible, Azón y Álvaro, luego recurrió a Adrián en lugar del segundo y, Oh là là, Petrovic se incrustó delante de la zaga. Una buena combinación con Narváez derribado en el área acabó en pena máxima sobre el colombiano. Un tanto más sin anexión, a balón parado. No hay forma de concebir una jugada de más de tres toques, de sorprender desde la individualidad pese a que Nano Mesa lo intentara. Así acabó la historia, como terminaron las anteriores. Con la despedida de dos puntos y la confirmación de que el Real Zaragoza, como mal menor, va sufrir en dirección a su décima temporada consecutiva en Segunda. Y mientras, los sobrinos de Alierta remando en dirección contraria.

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