Sellés, que pierde a Paulino por lesión, intenta descargar mentalmente al equipo de su condición de colista agonizante ante la visita de un Huesca de capa caída ya en posición de descenso y también sin gol que, sin embargo, tiene mucho más margen de error
El Real Zaragoza subió hace algunas semanas al crucifijo por su propio pie o más bien por la falta de él y ahí está, como un eccehomo agonizante. La lesión de rodilla de última hora de Paulino aumenta las desgracias del desdichado, cuya enfermería se ha convertido en escenario principal de su tortura. Rubén Sellés no hace otra cosa que suturar sin éxito las heridas, que se multiplican cada jornada por todo el cuerpo de un equipo hemorrágico, las seis últimas, tres de ellas con el técnico valenciano en el banquillo, con la derrota como denominador común. El entrenador repite hasta la saturación que primero hay que alcanzar el suficiente nivel competitivo para aspirar a reencontrarse con la victoria, con un triunfo que más que aliviar su situación clasificatoria serviría como tirita emocional. El discurso transcurre por una pista de patinaje por donde jugadores y afición apenas sostienen la verticalidad en la creencia de un milagro. No es una final, dice Sellés con la intención de rebajar presiones, pero el partido de este domingo contra la SD Huesca (21.00), que ya está en posición de descenso tras el empate del Granada en Santander (2-2) tiene todos los ingredientes de una cita concluyente para pensar que la hazaña de la salvación es posible o no en las 28 que restarían. Ganar sería hallar una agradable aguja en un pajar. Perder, prender fuego a todo el pasto de las ilusiones cándidas. Mientras, Paulino sigue los pasos de Akouokou, Tachi y Cuenca en esta dolorosa y ya clásica procesión.
Lo de la rivalidad en este caso quedaría en una anécdota dentro un cuadro donde todo el interés se centra exclusivamente en los tres puntos. La SD Huesca, que duerme en el último vagón, se persona también con muy mala cara y con cambio de entrenador después del despido de Sergi Guilló y el fichaje de Jon Pérez Bolo. En sus anteriores compromisos ha caído en tres y empatado en dos, lo que le ha situado dentro de puestos de máxima amenaza empatado con el Granada, horizonte que el Real Zaragoza contempla con telescopio a nueve puntos. Son los peores equipos de las diez últimas fechas. Viven ambos clubes aragoneses sus tormentas y tormentos particulares, sus incongruencias con la voz crítica de Martín González desde El Alcoraz por el relevo precipitado de Guilló según su opinión y el inoportuno anuncio en los tiempos de David Navarro como Coordinador Deportivo del Área de Fútbol, un cargo demasiado impreciso que ha hecho que salten las especulaciones que le señalan como sustituto de Sellés en el caso de que continúe el hundimiento. Son las escuadras con menos gol de la categoría junto a Ceuta y Leganés, una coincidencia nada superficial que está marcando sus respectivos caminos. No obstante, no hay paralelismo a la hora de subrayar la trascendencia del choque porque los oscenses tienen mucho más margen de error, además de que incluso con sus lagunas disponen de bastante más de ese combustible competitivo por el que ya reza un Sellés sin apenas red de seguridad.
La gran cruz, de un tonelaje anímico y deportivo considerable, la arrastra el Real Zaragoza, todavía sin personalidad alguna después de cumplirse casi un tercio de competición. Gabi Fernández confundió al vestuario en su noviciado profesional y Rubén Sellés, otro experimento de riesgo, tampoco ha corregido el rumbo de un conjunto y una plantilla a la que Txema Indias rebajó de calidad física y técnica pese a fichar 13 jugadores para que Bakis sea elegido por delante de Kodro y Bazdar, este ausente por compromiso internacional de Bosnia. Las consecuencias se contemplan en el sótano de la tabla, con números que permiten visualizar la Primera RFEF con absoluta nitidez. La afición, pese a todo, ha tirado la toalla de las quejas y parte de ella se manifestará a favor del equipo ofreciendo su apoyo incondicional de principio a fin. Es lo que tiene el amor, muchas veces sentimiento grandioso y otras jardín de la ñoñería. Por si acaso alguien se pone guerrero contra el palco, ni Natalia Chueca ni Jorge Azcón estarán presentes en el Ibercaja Estadio, una criatura que les ha salido rebelde sin cubierta, ni grada de animación, ni victorias como paréntesis a una Nueva Romareda cuyos plazos de pago están pendientes de los 10 millones del moroso Real Zaragoza de Jorge Mas.
¿La alineación? Sellés recupera a Valery, Bare, Saidu y Radovanovic, con los dos últimos posiblemente en un once del que se caería Gomes como pareja de Insua. Quizás regrese Sebastián al lateral derecho en lugar de Aguirregabiria y es probable que Guti, desorientado de mediapunta, vuelva al núcleo del centro del campo para jugar con dos delanteros, Soberón y Dani Gómez… Todo es una hipótesis gigante en un Real Zaragoza pequeño. Con Bolo, la SD Huesca, que fuera, al igual que su rival, sólo se ha impuesto al Mirandés, también cambiará no tanto en nombres como en estrategia. Su preferencia es el 1-4-4-2, pero en los desplazamientos suele utilizar el 1-4-2-3-1. El encuentro, en cualquier caso, no será un festín de goles y sí un lugar abonado para el aprovechamiento del balón parado. Los altoaragoneses son uno de los especialistas de este suerte, todo los contrario que un Real Zaragoza que no se ha estrenado de cabeza y que afronta una finalísima para nutrir sus esperanzas con un plato de sopa caliente o para despedirse psicológicamente de Segunda.

