Entre aquel Real Zaragoza colgado de los condicionantes de una compraventa que no se produjo y este Real Zaragoza ya en manos de una nueva propiedad hay una similitud inquietante aunque con grandes matices de fondo: no se ha producido un solo fichaje. A principios de julio de 2021, la dirección deportiva aún no había cerrado contratación alguna, situación irrespirable que Miguel Torrecilla escenificó de la siguiente manera: «Trabajamos en tres posibles escenarios: uno conservador, otros con las cifras de los últimos años y otro más optimista». Establecida la modestia como pauta ante el frenazo institucional y el límite salarial, hasta el 17 de ese mes no apareció un nuevo jugador por la puerta del vestuario. Era Fran Gámez, lateral derecho procedente del Mallorca que acabaría la temporada como máximo asistente. Los otros siete y en este orden, Borja Sainz, Petrovic, Álvaro Giménez, Lluis López, Nano Mesa, César Yanis y Vada, desembarcaron en agosto sin que dejaran más tarde huella importante en el equipo pese a que todos disponían de experiencia en la élite.
Otra vez en el mismo lugar del verano, el Real Zaragoza no ha presentado a nadie, pero en sentido contrario a aquella política de imprevistos y dudas, su depósito tiene gasolina sin que se haya descubierto todavía la calidad de ese combustible. Con parecidas limitaciones de capital para reforzar la plantilla, el grupo inversor que lidera Jorge Mas y pilota sobre el terreno Raúl Sanllehí ha establecido una estrategia antagónica a la de la Fundación. La apuesta por la juventud de la cantera ya consagrada y por la energía también fresca que puedan aportar las sinergias que existen entre los socios y los clubes que gobiernan son los pistones del motor. En la lista de incorporaciones con la que se trabaja han aparecido nombres con gen ofensivo como los de Sergio Camello (Atético), Simon Banza (Lens) y Bouldini (Fuenlabrada), sueños imposibles; Giuliano Simeone y Borja Garcés (Atlético), los más próximos en estos momentos, o el de Jairo Quinteros, central del Inter de Miami, y Manu Molina, un veterano mediocentro que ha vivido sus mejores días en el Ibiza de Juan Carlos Carcedo. La mayoría a préstamo, con apetito casi juvenil, apenas recorrido en grandes ligas y con el deseo de que el Real Zaragoza sea su escaparate.
Con esa simbiosis se pretende que el equipo y los futbolistas salgan beneficiados. Es otra forma de negocio a la que se dirige la entidad aragonesa, común en este tipo de fondos que buscan la mayor estabilidad económica posible en un contexto de transición pacífica en el gasto hacia tiempos mejores. A un par de días de que comience la pretemporada y poco más de un mes de que arranque la competición, el Real Zaragoza no ha movido ficha en el mercado, como hace un año. Sin embargo, está jugando la partida. Su primer movimiento ha sido poner las cartas boca arriba con las renovaciones de Francho, Azón y Francés aunque esta última aún no se haya hecho oficial. Ese golpe de efecto y de justica eran de obligado cumplimiento para iniciar un itinerario acorde con la filosofía adelantada en los discursos de Mas y Sanllehí. Ese trío de enorme proyección lidera el espíritu de la causa, pero no la causa en sí misma, que necesita para el crecimiento de los aragoneses y del equipo un invernadero más estable. En este sentido, el resultado de la conjunción de tanto brote verde es una incógnita dentro de un clima que invita a la ilusión por la novedad del método y por la ruptura que supone con el acartonado e inmovilista pasado.
Quedan pendientes asuntos internos por resolver como los casos de Bermejo y Chavarría para mejorar su situación contractual, y otros para liberar masa salarial con Sabin Merino a la cabeza y la opción de que salga cedido al Atlético San Luis. Marc Aguado se va cedido al Andorra por tercer curso consecutivo y Ángel López al Calahorra, ambos previa renovación, y Juan Carlos Azón se ha despedido hoy mismo del Real Zaragoza con destino a Logroño… Faltan fichajes, igual que aquel amanecer de julio del 2021, pero por debajo de esa capa sin confirmaciones se perciben movimientos –entre los que hay que incluir también la continuidad de Lozano, Espinosa y Arjol al frente de la Ciudad Deportiva y la puesta en marcha de la campaña de abonados–, la agitación de un porvenir que proclama cosas mejores sin prometer un cambio absoluto a corto plazo. A la paciencia como primer y viejo mandamiento se suma esta vez el carburante de una propiedad que, a su manera, quiere avanzar.