El equipo presenta un mar de incógnitas importantes con Bare y Liso como únicos valores seguros, gran parte de los nuevos aún en el laboratorio de ensayos, futbolistas sin perfil de ascenso y vacíos importantes
Los chicos, porque la juventud predomina en este equipo, le ponen mucho corazón y no se rinden. Era una de las premisas si no principales sí imprescindible para regenerar una plantilla viciada desde hace años de medianías. Esa frescura, el mandato del entrenador para que la victoria sea el objetivo de toda jornada, el gobierno de Keidi Bare, el aura vertical de Liso y la revelación de Soberón han favorecido el notable arranque del Real Zaragoza. Después de cinco jornadas de buenos resultados con el borrón de El Plantío, el conjunto aragonés sigue siendo un continente por descubrir. Desde luego no tiene nada que ver con lo que perseguía Víctor Fernández en la totalidad cundo confirmó su continuidad, un bloque que le asegurara competir con una mayor autoridad en zonas de construcción y finalización. Se tiene balón, se generan ocasiones y se han marcado goles, pero de la gente de arriba sólo ha visto puerta Soberón, con Bazdar, Martí y Azón todavía en blanco. Ya se ha comprobado que la ausencia del albanés hace de la medular un lugar inhóspito.
En defensa, Calero está dando la talla, Tasende deja detalles pero sufre en el retorno y Vital es un central de puro contacto. Que Lluís López lo haya jugado todo no es precisamente la mejor de las noticias, y con Poussin está ocurriendo un fenómeno singular después de que el portero tuviera las maletas hechas para irse por no encajar en el proyecto: sus más que correctas actuaciones y los penaltis de Burgos han disparado la ternura de la grada sobre un guardameta estigmatizado por los graves errores del curso anterior, pero que en su actual condición de héroe adoptado por la bondad de la afición manifiesta ademanes de una inseguridad innata que amenaza con volver a visitarle en el tiro o cesión menos previsto. Un paso por delante, a Toni Moya no le da para el liderazgo mientras Aguado no termina de cuajar, como si fuera un futbolista destinado a otro equipo, otro sistema y otro técnico. Este no parece el paraíso para su personal manera de concebir el juego.
El Real Zaragoza, no obstante, está pendiente de un margen de mejora siempre y cuando del laboratorio de los ensayos y de la enfermería salgan profesionales de quienes se espera que vertebren un conjunto con mayor vigor. De Kosa se sabe poco, si bien su titularidad debería estar al caer para comprobar qué tipo de defensa es y si sus prestaciones son superiores a las de López, sobre todo en velocidad de regreso y de reflejos. A Aketxe se le espera con impaciencia porque posee talento para alegrar el frente ofensivo y una zurda especialmente dotada para el balón parado. El vizcaíno, salvo el año pasado en el Éibar, nunca ha sido un derrochador de esfuerzos, aunque después de ver la intolerable indolencia de Adu Ares en El Plantío –que debería ser algo puntual de alguien con más calidad que sangre en las venas– y un Bermejo que cumple muy poco de la promete cuando recoge el esférico, a poco que aporte no tendrá competencia en la alineación.
Pendientes de que Poussin no invoque a sus fantasmas, de las novedades, Kosa, Bare, Aketxe y Adu Ares son fundamentales para este Real Zaragoza sin un mediocentro africano que reclama a un Bazdar con más veneno para sumarse a Soberón, el inesperado y feliz matador. El nuevo continente de Víctor Fernández es un jardín con muchos frutos dulces pero verdes. Los viejos guerreros Francho y Azón lo tienen crudo, al menos en un papel protagonista. Mejor no descartarlos para solucionar lo que otros no puedan o sepan.