El desorientado equipo de Víctor Fernández, que anuncia cambios, busca un triunfo para seguir entre los seis primeros y no desinflarse hasta puestos intermedios en la tabla
El Real Zaragoza puede acabar segundo esta jornada con permiso del Huesca. También 12º si cae en Elda (19.00) y seis de los clubes que le persiguen resuelven sus partidos en la peor de las carambolas posible. El equipo de Víctor Fernández vive en un globo desde hace algún tiempo y así se ha desplazado hasta la localidad alicantina, con la intención de subir y la amenaza de que explote con una nueva derrota, que supondría la quinta en los siete últimos partidos y confirmaría la crisis de un grupo que no sabe por dónde le pega el aire. Tampoco al entrenador, que ayer insinuó con tono dubitativo que podría aplicar cambio de jugadores y de sistema en esta cita intersemanal para recuperar la solidez defensiva que se ha derrumbado. Vencer al Eldense no supondría ninguna heroicidad, pero perder o sumar un solo punto en este desplazamiento reventaría todas las tuberías dañadas de un Real Zaragoza que juega cada partido en el abismo, con mucho corazón, poco fútbol y un planteamiento atacante elemental y fácil de desarmar.
En el Pepico Amat, con capacidad para 4.036 espectadores, Víctor Fernández intentará en esta tarde de miércoles activar una estrategia de urgencia, seguramente lejos de sus principios pero más próximo a la realidad de la plantilla que ha configurado y obligado por la sucesión de partidos y el escaso margen para la recuperación. Clemente entrará por el lesionado Tasende. A partir de ahí, una revolución no se producirá, pero sí un baile de posiciones que podía afectar a Liso y Aketxe, uno de regreso a la derecha y el otro como segunda punta por detrás de Bazdar o Azón, rompiendo por primera vez este curso la pareja de delanteros. El técnico quiere recuperar al vizcaíno jugando pese a su pobre estado de forma. Tampoco se descarta una nueva oportunidad para otro bajo mínimos, un Adu Ares que actuaría de interior zurdo, o una nueva titularidad para Pau Sans si no se opta por el extremo del Athletic. La pizarra de Víctor, pese a todo, será una incógnita hasta un hora antes del comienzo de un encuentro, con la relativa seguridad de que la portería y la defensa no sufrirán variaciones, mientras que en el doble pivote se espera la enésima vuelta de rosca (Francho por Moya, por ejemplo). Así están el Real Zaragoza y su entrenador, buscando todavía la tecla en un piano en el que se han pillado los dedos.
La fiesta no está invitada con la suma de los tres puntos contra un adversario muy modesto. El drama tampoco si se pierde o empata, pero sí el aumento de la inseguridad, un acompañante ya instalado en el ánimo del equipo aragonés, y la inquietud de verse por primera vez fuera de las seis primeras plazas por muy cortas que sigan siendo las distancias. Aunque Víctor Fernández insiste en que sus jugadores no son víctimas de depresión alguna y que tiene depositada su absoluta confianza en todos ellos, principales y segundarios, lo cierto es que el Real Zaragoza emite señales preocupantes para un aspirante al ascenso, las suficientes para darle a este partido una importancia capital para que el globo no se pinche a estas alturas.