El Real Zaragoza y JIM aplican la cláusula de sus miedos

No es un equipo de fútbol, sino un grupo de aves migratorias en distintas direcciones y el mismo destino, la anarquía individual y el caos colectivo. Vuela el Real Zaragoza hacia su extinción, sin un solo futbolista capaz de reconducir ni conducir un juego tan elemental como ausente de recursos. Y sin entrenador, un Juan Ignacio Martínez sin argumentos no ya para elevar la calidad del equipo, misión imposible, sino incapacitado para transmitir un mensaje creíble después de tanto tiempo defendiendo junto a Miguel Torrecilla que los molinos eran gigantes. El conjunto aragonés regresó en Butarque al universo de las sensaciones, pero en esta ocasión a las del pánico, muy lejanas de aquellas con las que arrancó la temporada fallando ocasiones a manos llenas sin puntería y mucha alegría. Aplicó la cláusula de sus miedos durante todo el encuentro, víctima de un desgobierno descomunal que sólo tiene una salida pese a que detrás de esa puerta no haya garantía alguna de éxito: el inmediato relevo en el banquillo.

La semana la había cargado el diablo de la compraventa, un asunto que ha ido ganándose el interés general para que la actual propiedad dé paso a inversores con miras más ambiciosas. Por ese camino de malezas, de informaciones inconclusas en su faceta más importante, la realidad de una oferta concluyente, el encuentro frente al Leganés pasó casi desapercibido hasta que el Real Zaragoza saltó al campo. Entonces se comprobó que la gran urgencia, la prioridad, es salvar la categoría, lo que al final permitirá que si hay algún interés sincero por el club, exista la posibilidad de que los vigentes rectores entreguen el testigo de la institución en un marco profesional. Porque el conjunto aragonés actuó con un amateurismo impropio para conseguir la permanencia. Contra un rival en sus misma situación y empobrecido que, sin embargo, tiró de dos acciones de talento concebidas en errores de falta de concentración y espíritu.

La descomposición institucional ha arrastrado a la desmembración deportiva, permitiendo que el timón se lo repartan Luis Carlos Cuartero, Miguel Torrecilla y Juan Ignacio Martínez, la santísima trinidad de los desechos. El técnico ha consumido hace tiempo su reputación de apagafuegos para establecer un vínculo fatal con el director general y el deportivo, todos ellos culpables de la confección, en dos mercados, de una plantilla minúscula de talentos que pide un rescate urgente en alguna figura ajena a esa sociedad de personajes pusilánimes y dañinos. La cuestión es descubrir, en este paraje sin ley, quién está cualificado para tomar decisiones que puedan evitar el desastre que se anuncia cada jornada. Existe un escudo argumental mortífero por su nula capacidad protectora para un equipo que se ha quedado sin armadura futbolística ni moral, que es un pelele. Esa teoría expone que hay cuatro peores por abajo, pero después de lo vivido en Butarque, ninguno de ellos es inferior al Real Zaragoza salvo en una cantidad de puntos que en cualquier momento se reducirá a la nada.

No tuvo gol, como siempre, no tuvo centro del campo, una zona que se ha desprotegido al máximo tras las operaciones invernales, y en defensa, el gran refugio de su resistencia a las derrotas, fue un flan. Todo frente a un Leganés acongojado en la primera parte, un episodio de terribles interpretaciones por ambas partes donde Iván Azón dejó escapar dos ocasiones magníficas para marcar. El delantero halló recompensa a su esfuerzo con un tanto terminal en el mejor centro de la noche, procedente de Puche en una alianza de la cantera que sólo sirvió para maquillar el resultado, pero sus fallos evidenciaron que se maneja mejor con el cuerpo que con los pies y que necesita mucha horas de aprendizaje para ganarse el derecho incontestable a la titularidad. Su tesón no se puede rescatar de una cita que se decidió en la segunda parte, en dos contragolpes finalizados por Cissé y por Arnáiz ante una complacencia defensiva próxima a la desidia, con un golpe cruzado y una carrera en  solitario del delantero desde su propio campo.

Se fue bajando el telón con los cambios de JIM, que los hace atrapado en la jaula de la inseguridad de quien carece de fe y de autoridad. Grau, Nano Mesa, Puche… Sólo el canterano dio la talla con el partido agonizando, con el Real Zaragoza migrando hacia la inmolación sin honores y sin técnico. Sin nadie mientras la compraventa sigue su curso hacia ninguna parte y el equipo no hay quien lo compre cada vez más próximo al abismo.

 

 

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