El tratamiento amable que se sigue ante el peligro de un descenso que descalifica a directivos y responsables deportivos y médicos reafirma que el club ocupa el último eslabón en la cadena inmobiliaria del fondo de inversión
¿Le importa el Real Zaragoza a alguien que no sea su afición? Por supuesto, aunque con una demostración distinta de cariño, también al fondo de inversión que tomó el relevo accionarial de la Fundación 2032. La hinchada está pendiente de lo deportivo, mientras que la propiedad ha fijado su interés en el nuevo campo con la connivencia de la clase política que gobierna la ciudad y la comunidad autónoma. Nada nuevo en el horizonte salvo que esa distancia en los afectos se ha agudizado en un contexto donde el Real Zaragoza ha dejado de ser un equipo de fútbol para reafirmarse como trampolín de un negocio. La apuesta financiera, la mitad de la que se pregona, no ha repercutido en la mejora de la plantilla pese a que esta temporada el límite salarial haya sido muy generoso. Tampoco lo ha hecho en las decrépitas instalaciones de la Ciudad Deportiva ni en la modernización instrumental de las diferentes áreas, todo ensordecido por el ruido mediático da la construcción de la nueva Romareda y por un campo modular que el consistorio regala a una empresa privada.
El tratamiento amable que se sigue ante el peligro de un descenso que descalifica a directivos y responsables deportivos y médicos explica la inconsciencia de un grupo de profesionales de mínima cualificación. La situación clasificatoria del conjunto aragonés, en el puesto 18º a cinco puntos del descenso, es alarmante a poco más de dos días de que se juegue en casa contra el Eldense, que en caso de victoria visitante acortaría a dos ese colchón. A través de los conductos adecuados y de los canales oficiales se está enviando el mensaje de una preocupación relativa, ya que el triunfo sobre los alicantinos supondría un espaldarazo considerable para la permanencia. Se ha llegado a tal estado de indolencia que el fracaso del ascenso, meta establecida a principio de curso, se puede compensar e incluso celebrar con la salvación. La desvergüenza alcanza cotas históricas a todos los niveles. El Real Zaragoza festejó la derrota del Eldense contra el Levante… Es más que probable que continúe por 13ª campaña consecutiva en Segunda con sacar diez o doce puntos en las trece jornadas restantes, una cantidad asequible. Sin embargo la alarma debería ser general porque su dinámica es perdedora.
Del pánico a un cierto sosiego le separa ese encuentro ante el Eldense. Pero, ¿cómo se ha llegado a este escenario? Todo tiene un porqué o varios, y en este caso la sucesión de incompetencias ha terminado por formar una alianza nefasta. Un director general, Fernando López (ojo a su tuit de hoy), ajeno por completo al pulso de la realidad zaragocista; un director deportivo sin apenas tino en los fichajes y que ya prepara el terreno para su renovación a la derecha de la sombra de Mariano Aguilar; un cuerpo médico representado por el doctor Ireneo de las Mártires, descalificado varias veces por el vestuario, y un presidente de cartón piedra. La cuadrilla se las trae con la desfachatez de los mercados de verano e invierno, la gestión los entrenadores y de la renovación de los canteranos (la de Francho aún sigue pendiente) y una plaga de lesiones con partes silenciados y recuperaciones a media asta que han dinamitado cualquier opción de éxito. Ninguno de los futbolistas que han pasado por la enfermería (Bare, Bazdar, Aketxe, Tasende…) ha logrado aproximarse lo más mínimo a su versión anterior. Ante fue Soberón, mártir de mártires, y ahora Guti. El centrocampista sufrió una pequeña rotura en el semitendinoso de la pierna derecha con una baja prevista de dos semanas y ya lleva un mes sin noticias confirmadas de su vuelta. Trabajo de cargas, paseos de los tocados por el pasto para confundir. El mutismo global y las trampas de mal chapucero por norma contra la ineptitud.
No, el Real Zaragoza ya no es un equipo de fútbol, sino una comunidad en cuyo escudo figura un fondo buitre que ha desplegado todo su armamento para generar riqueza propia entre las ruinas y el papel de concubina de la política actual. Con una moneda donde se distingue el perfil de Juan Forcén, fiel a Casasnovas, la Fundación y ahora el Atlético y el ayuntamiento. La afición quiere ganar, divertirse y hasta disfrutar de vez en cuando. Incluso con el descenso a la vuelta de la esquina, un riesgo que no parece importunar demasiado a la propiedad, que ha dejado el club en manos de ejecutivos de muy bajo rango. El Eldense no tiene la última palabra pero quizás sí la penúltima si se le ocurre asaltar La Romareda, un resultado que, por probabilidades, contemplarán sin estridencias los quinielistas. Si ocurriese lo peor, se emitirá una circular para calmar los ánimos: con vencer a Córdoba, Racing de Ferrol, Cartagena y Deportivo, sobra. Hay que ser optimista. Ver el lado positivo. Aplaudir un córner y cualquier traspié de un rival directo. En esta miserable atmósfera hubo una vez un club que ahora ocupa el último eslabón de una cadena inmobiliaria.
Sí se gana al Eldense se van a conseguir 51 o 54 puntos, un fracaso en regla para la temporada pero no para el relevo en el banquillo con todo lo que supone un hecho así. El Real Zaragoza sí es un equipo de fútbol, no es el equipo del siglo pasado porque los abonados no son socios y pintamos muy poco en todo club, menos en tres de la liga de primera.Poco o nada, porque lo importante es el concepto de magnífica afición, lo de los abonados no representa nada, casi hasta nada económicamente. Sí perdemos con Eldense se abre un fin de temporada que puede ser terrible y acabar en drama, algo con lo que llevamos años coqueteando y que no debiera sorprendernos por mucho que nos duela a los zaragocistas. El negocio del fútbol es así…
No se sorprenda, señor Hernández, con el tratamiento amable de todos ante este vodevil trágico.
La característica principal del lacayo NUNCA es la valentía; JAMAS le dirá a su amo la verdad. Eso sólo corresponde, bien al hombre libre; bien al bufón que, en sus bufonadas, se permitía decir alguna que otra verdad; bien al esclavo romano que, bajo el manto del temor a los dioses, se permitía recordarle a César que era mortal.
Dé por hecho que si se desciendo (cosa harto previsible), nos lo vestirán con el manto de la ilusión, un paso atrás para saltar más lejos, etc. Basura somnolienta para masas adormecidas.
No puedo dejar de compartir y suscribir tanto el excelente artículo, descripción de la triste realidad del Real Zaragoza, como los comentarios posteriores. En mi caso, no se ve salida al final del oscuro túnel.