El técnico aragonés afronta a los 63 años un innegociable, simbólico y urgente ascenso a Primera en su cuarta aventura en el club aragonés, un objetivo que trasciende a cualquiera de sus logros anteriores
Se le escapó y dejó que se le escapara el ascenso a Primera en la temporada 2019-2020. Se confinó en la pandemia despreocupado y confiado de que el Real Zaragoza tenía ventaja (cinco puntos sobre el tercero) y potencial suficiente como para trabajar los aspectos físicos y mentales que requería un paréntesis de tres meses de esas peculiares características. En la vuelta a la competición, los que sí lo hicieron le pasaron por encima hasta correrse el peligro de quedar fuera incluso del playoff, que se perdió en la primera eliminatoria ante el Elche dentro de un bucle de completo desarme de futbolistas y entrenador. Víctor Fernández vuelve cuatro temporadas después para sacar al conjunto aragonés de una dinámica terrible y certificar la salvación con una propiedad nueva y de capital extranjero, con un proyecto que nació mirando al futuro y que ha tenido que recurrir al pasado, a uno de los protagonistas de una de las eras legendarias de la institución. La Fundación recurrió a él con la misma hoja de ruta, con la sustancial diferencia de que los actuales accionistas poseen un músculo financiero muy superior aunque deportivamente no hayan sabido traducirlo, con Raúl Sanllehí y Juan Carlos Cordero asumiendo esta operación de mala gana por lo que supone de reconocimiento del fracaso de ambos. Ni Fran Escribá ni Julio Velázquez han respondido a sus expectativas. Tampoco la mayoría de los fichajes. Al final la genuflexión del director general y del director deportivo ha sido escandalosa. Necesaria en cuanto a la búsqueda de una reacción y quedando en el aire, lo que sólo confirmará el tiempo, si el elegido es el adecuado en este nuevo reseteo.
Víctor Fernández se sentará en el banquillo de La Romareda por cuarta vez en su prolífica carrera. La mayor parte de la afición le adora y ve en su figura el aura que sin duda le acompaña y que adquirió sobre todo en el Real Zaragoza, con el que ganó una Copa y una Recopa además de ser el técnico que más partidos le ha dirigido en la historia. Viene para solventar una permanencia en absoluto imposible, con tres victorias en 12 jornadas sería suficiente, pero sobre todo para convertirse en el hipotético arquitecto de una futura plantilla que luche por el ascenso sin mediar un año más, algo que deja a Cordero en un espacio muy resbaladizo si no se produce la adecuada sintonía, algo que ya ocurrió con Lalo Arantegui. Así afronta el reto más importante de su trayectoria profesional, superior a cualquier otro por el simbolismo y la carga social de un regreso a la élite que se reclama con angustia desde el zaragocismo después de once temporadas en Segunda y de múltiples irreverencias por falta de conocimiento y abundancia de intereses y egos. El técnico aragonés, no sin apuros, acometió en su debut con 30 años, hace 33, una permanencia en Primera que se resolvió en un doble encuentro frente al Murcia. El germen de ese equipo y la incorporación de jugadores fundamentales condujeron a una etapa maravillosa que se tradujo principalmente en la conquista de una Copa frente al Celta en 1994 y en la mágina noche del Parque de los Príncipes, el 10 de mayo de 1995. Dos temporadas después sufrió su primera destitución en la undécima jornada con el equipo en puestos de descenso, un curso caótico que arregló otro mito de la casa más silencioso pero no menos solemne, Luis Costa.
Tenerife, Celta de Vigo, Betis, Oporto… Y a su puerta llamó Agapito Iglesias nada más hacerse con la pesada herencia de Alfonso Solans júnior en 2006. El empresario, punta del iceberg de un nefasto complot político, dio el golpe de efecto al traer consigo a Víctor Fernández, quien firmó una apurada clasificación para la UEFA tras una última jornada en Huelva con ruidos de sables en el descanso: ganaba el Recreativo y hacía falta un punto, que se sumó con Diego Milito marcando la igualada lesionado. El soriano se dejó llevar por su inconsciencia y por el deseo de gloria de Víctor Fernández, que le convenció para que construyera una plantilla galáctica con fichajes de muchas luces y pocas nueces como Ayala, Luccin, Oliveira o el de los 13 millones de euros de Matuzalem que se unieron a D’Alessandro y Aimar. No había día que el vestuario no entrara en erupción y con la nómina más cara de futbolistas de la historia del club y a dos puntos del descenso, Víctor Fernández saboreó por segunda y última vez el amargor del cese en el Real Zaragoza. Volvió al Betis, visitó La Coruña y ambos casos no terminó su trabajo. En 2018 repitió con el Real Zaragoza, pero en esta ocasión en Segunda y se fue con una nueva espina clavada, visiblemente cansado del fútbol y ya alejado de un escenario que también le había abandonado por desgaste y falta de actualización.
Le puede el orgullo, su zaragocismo, la convicción de que el Real Zaragoza le debe algo y que él tiene una deuda con el Real Zaragoza. Las circunstancias y su inclinación natural a dejarse sentir en la atmósfera del club esté a dos metros o a mil kilómetros de distancia gracias a sus amistosos altavoces y otros feligreses de su iglesia, le han devuelto al punto de partida por cuarta vez en su vida. Conserva la personalidad, la pasión, los apóstoles de siempre, el conocimiento del medio y el gusto por satisfacer el paladar del hincha, y para este regreso se ha vestido con la figura amable y competente de David Navarro. Este lunes será presentado en una sala de prensa que podría ser su salón de estar para retarse a sí mismo, a la historia, a un ascenso que de lograrlo el próximo ejercicio esté en el cargo que esté le elevaría al cielo sin que tener que compartir en ese último viaje con el gol de Nayim.
Sólo queda desearle mucha suerte. La suya será la de todos.
No sé si era el apropiado, pero, a partir de ahora, hay que estar con él. El segundo que se ha buscado, por su trayectoria anterior, parece de garantías y, caso de que se lograra todo aquello para lo que se les ha contratado, creo que podría ser un sustituto de Víctor.
En cuanto al director general, al director deportivo y a los «implantes del atletico», deberían pensar en irse, pues su fracaso ha sido mayúsculo. Por este lado, sí que creo que los encontronazos entre Víctor y todos los nombrados darán juego.
¡Mucha suerte!
Corría el año 1991, el año de mi boda. Viajaba con Víctor en su coche, él tenía 30 años y yo 3 más. En eso no ha cambiado nada. Me preguntó que me parecía su decisión de coger las riendas del Real Zaragoza y le contesté que me parecía muy bien, que era una oportunidad de oro para él. Siempre le he admirado como persona, es un tipo cercano, y también como entrenador. No me he sentido defraudado nunca y pienso que su vuelta es positiva. Le deseo mucha suerte. Animo Victor!, mucha suerte y aúpa el R. Zaragoza!
Si alguien se merece la gloria con este Real Zaragoza es Víctor Fernández ⚽
Casi toda la afición adoramos a Víctor. Evidentemente, conoce el habitat del Club y de la ciudad. Falta saber su puesta al día tanto en el fútbol actual como de la categoría. La segunda División es otro mundo. Su segundo entrenador lo trató ayer según dice El Periódico de Aragón, por primera vez. Raro. Lo siento por Larraz, del que desconozco sus cualidades, pero si en circunstancias como las actuales no se puede recurrir al entrenador del Filial, que es un tipo de 56 años, al que se supone bregado, no sé cuándo se va a recurrir. Ah, por cierto. Víctor aún debe a la afición una explicación sobre por qué se cayó el equipo tras el confinamiento. El regreso a la competición fue un desastre, llegando por los pelos a Promoción y perdiendo a las primeras de cambio. Víctor nos debe una explicación y, seguramente, una disculpa por una deficiente gestión en aquel momento. La ausencia de Luis Suárez en la Promoción no puede ser excusa. Dicho esto, suerte Víctor. Uno de los nuestros, Scorsese dixit.