La función de desatascador de Kodro ha resultado fundamental para que el resto de las apuestas del técnico, impertérrito en la tormenta y en la calma, hayan aumentado las prestaciones en la gestación de un equipo
El Real Zaragoza sigue último pero ha descontado escalones hacia la salvación. Matemáticos y psicológicos. Del fulgor de las tres victorias consecutivas, la evolución colectiva en diferentes escenarios, hostiles y favorables, y el hallazgo de la esencia del fútbol, con mayor vistosidad y repetición contra el Leganés en su mayor avance con respecto a la línea divisoria marcada entre la salida de Gabi Fernández y la entrada de Rubén Sellés por una puerta que la mayoría considerábamos otro pasaje hacia el infierno, hay que rescatar sobre todas las cosas la fantástica que no maravillosa conversión en un equipo. Sin duda, todos esos factores han influido en la cohesión competitiva inexistente antes de la llegada del técnico valenciano. Los porteros convencen a medias; los defensas siguen ser velocistas; al centro del campo le falta una figura jerárquica en la construcción y entre los delanteros no hay un matador, con la amenaza de la enfermería siempre presente. Aun en esta versión homogénea y valiente que ha inflamado la esperanza por la permanencia cuando el descenso prematuro parecía algo inevitable, al conjunto aragonés le esperan curvas muy peligrosas. Uno de los objetivos para dotar de más herramientas y versatilidad a la plantilla es llegar al puesto de avituallamiento del mercado de invierno, pero ya se sabe que en este bazar impera la bisutería o las malas imitaciones.
El sello de Sellés es lo que más se percibe en el cambio climático que ha sufrido un Real Zaragoza congelado en las limitaciones aumentadas por las dudas y por la completa ausencia de una guía y de un guía y cuyo deshielo ha sido relativamente rápido y eficaz. Sin duda, pendiente de conservar la llama encendida cada jornada porque el invierno le va a acompañar durante mucho tiempo. El entrenador se vacunó contra los prejuicios de su inexperiencia, juventud y nula relación con el zaragocismo, experimentó, observó y dedujo que en situación límite y con una materia prima dañada, había que construir una embarcación lo más fiable posible primero para flotar y después para navegar. Impertérrito en la tormenta perfecta y en la calma engañosa, antepuso una profesionalidad rectilínea, sin arabescos hacia el sentimentalismo oportunista, la historia y mucho menos el futuro. En un segundo plano público, en primera plana del vestuario. El presente como religión sin más oración que la reflexión, el análisis y la serenidad.
Su discurso futbolístico, machacón con el trabajo como génesis de la competitividad, no alcanzó los corazones del entorno pero sí la cabeza de sus jugadores hasta enamorarlos a golpe de matillo y convicción. No a todos, claro está, porque en esa labor de cribado entre el barro ha canjeado bastantes protagonismos hasta configurar una alineación donde la sangre azul de príncipes sin corona y delicados alfiles ha sido sustituida por la más espesa y oxigenada de los peones y su veteranía para luchar en primera línea. Adiós a Bazdar y Dani Gómez y posiblemente un hasta luego a Akouokou salvo que el marfileño demuestre que no aceptó este destino, como así parece, de malagana. Bienvenidos Andrada y sus cosas, Aguirregabiria, Keidi Bare, Soberón y… Kodro. Creer y creerse. Querer y quererse. La gestión emocional como cimiento del progreso deportivo.
Hay múltiples causas a través de las cuáles se explican, o se intuyen, los porqués de esta mejoría tan considerable en la actitud, la seguridad y los episodios de fútbol risueño de este pasado fin de semana. Sellés se eleva por encima de todas sin manifestar en sus reflexiones la menor referencia al personalismo ni por supuesto a la complacencia de un grupo liberado de muchas cadenas pero aún en la dura prisión clasificatoria por los delitos cometidos. Hay otra razón fundamental para que las piezas hayan encajado en esta partida que parecía irremediablemente perdida contra la muerte y que sigue en juego con reconocibles latidos. La figura de Kenan Kodro, un atacante nómada y sin gran presencia en las alineaciones ni en los registros goleadores a lo largo de su carrera(una vez hizo siete con Osasuna y nunca más superó en ligas el par de tantos en España ni en sus superficiales aventuras por Centroeuropa) es una de ellas si no la principal en el campo. Gabi lo puso con inapetencia en un par de ocasiones, pero Sellés lo ha rescatado para causas mayores. De su sencillez en una posición que fluctúa entre el alfa y el omega del juego, el bosnio ejerce una influencia capital para la fluidez.
Su función de desatascador desde el puesto de baliza aligera a Soberón de trabajos forzados en solitario; da sentido a un desplazamiento en largo antes conocido como pelotazo; atormenta a los centrales con su altura y se disfraza de centrocampista para ayudar a Keidi Bare en su aproximación al dóberman que fue y a un Guti que raciona mejor sus virtudes. También barre la autopista derecha por la que circulan Aguirregabaria y los cientos de Franchos colosalmente autodidactas y poliédricos en la generosidad, y hasta marca con las maneras del ariete que lleva sielnciado en su herencia genética. Kodro, como el resto de sus compañeros, no pertenece realeza alguna. Sólo es, como quiere Sellés para este equipo de férreas soldaduras e importantes vías de agua que taponar, un futbolista de carne y hueso que se deja la piel para firmar la salvación a través de la inteligencia.

