No reconozco ni el núcleo ni el entorno del Real Zaragoza en un estado de deterioro tan brutal que asusta solamente de mirarlo. Afortunadamente, para soportar ese aspecto que nos llena de amargura, el cambio viene de lejos y eso hace más tolerable el sufrimiento. No es lo mismo ver a un ser querido que envejece contigo todos los días que a un amigo entrañable con quien disfrutabas hace años y te lo encuentras de repente. Observas su falta de pelo, el color blanco del escaso cabello que le queda, las ojeras y su caminar lento producto de una larga enfermedad. He dormido muy poco esta noche y no es por una derrota que ya imaginaba. Los últimos años de lucha descarnada por mantener mi independencia han hecho mella en mi capacidad emocional y he aprendido a no sentir nada. Es triste pero aquello que he venido expresando desde hace más de una década se está cumpliendo. Y que el desarrollo de los acontecimientos me dé la razón no es aquello con lo que disfrutes porque no es ganar. Lamento sinceramente el estado de moral y el sentimiento roto de miles de personas y solo deseo que esto cambie de una vez y de verdad.