El Real Zaragoza, que se adelantó por medio de Jair, comete un triple error defensivo y se deja empatar por un Eibar en inferioridad numérica
Sobre el papel, un empate en casa del líder habría que tasarlo casi como un tesoro: el Real Zaragoza suma su novena jornada consecutiva sin perder y sale sin rasguños de la jaula de los leones donde le había metido el calendario en las últimas fechas. Un punto ante el Levante, una victoria contra el Granada y la igualada en la caldera de Ipurua son resultados que confirman que el equipo de Fran Escribá es capaz de elevarse ahora mismo a la altura de cualquiera. Pero en un encuentro que se le puso muy de cara con un gol de Jair después de una primera parte de sufrimiento y la posterior expulsión de Vadillo, la inmadurez llamó a su puerta y la abrió como en los viejos tiempos. Amable, ingenuo, blando. Por allí se coló el recién incorporado Ríos Reina, quien, ante un ataque de indecisión de Bermejo y Gámez para salir a un balón dividido, centró para que Tejero, el otro lateral y también procedente del banquillo, se anticipara a Bebé y ejecutara a Cristian. Esas tres patochadas defensivas le impidieron conseguir el triunfo para acabar con el pánico metido en el cuerpo, con un penalti de Bermejo sobre Arana que el colegiado rectificó a estancias del VAR. Casi pidiendo el tiempo, con unos cambios finales de Escribá que confirmaron lo poco o nada que tiene el técnico en el armario y dejaron al equipo desnudo de alguna posibilidad de sorprender a los armeros.
En cinco ocasiones había visto cómo el rival terminaba con uno dos efectivos menos. La primera precisamente ante el Eibar, que resistió el 0-0 incluso con nueve; más adelante el Alavés y el Huesca durante seis minutos y en el Ciudad de Valencia con el Levante. A la quinta tiró ese muro de incapacidad, en la visita del Racing la pasada semana a La Romareda. En el minuto 22, los cántabros se quedaron sin Íñigo y el portero Perera y cayó la goleada de la temporada. Había hecho lo más complicado en Ipurua, resistir a las avalanchas por fuera de Corpas y de Rahmani, pesadillas para Gámez y Nieto, y al gobierno absolutista y elegante de Matheus en el centro del campo; marcar al filo del descanso con una tijera de Jair desde el suelo, después de una acción brillante de Bebé, quien ejerció de coloso malabarista por la línea de fondo para transportar la asistencia al central en un enjambre de piernas, y encontrarse ya en la segunda mitad con una entrada tardía y de riesgo de Vadillo sobre Giuliano sancionada primero con color amarillo y más tarde rojo tras ser reclamado Iván Caparrós por sus compañeros de la sala VOR.
Con la personalidad exhibida en las citas más recientes y esos comodines en la manga, era cuestión de conservar la calma, mover el balón y aguantar el 0-1 o elegir el momento para subir la apuesta con otro tanto a la contra. Con 23 minutos por delante y el Eibar ansioso ante la posibilidad de perder el liderato, la gestión de los momentos estaba muy clara. Gaizka Garitano, que ha había incorporado al exzaragocista Tejero por Rahmani al comenzar el segundo capítulo, introdujo en la ecuación a otro futbolista externo y profundo, Ríos Reina para prescindir de Corpas. En ese episodio quedó patente que el Real Zaragoza, aunque haya subido su nivel competitivo con los titulares, arrastra el pecado de la ingravidez de su reserva, incapaz de influir lo más mínimo cuando ha de acudir al rescate físico o estratégico. El Eibar halló la respuesta en los nuevos y en la colaboración de Bermejo, Gámez y Bebé para igualar el choque y también para lanzarse con carácter a por una victoria a la que ya no tuvo acceso.
No se perdió en este nuevo y duro desplazamiento que el Real Zaragoza consiguió hacer suyo con paciencia, trabajo, tres buenos sustos y otra parada sensacional de Cristian a lanzamiento de Matheus hasta que le vino a visitar aquel Real Zaragoza dubitativo de pocos pero graves fallos individuales. Aunque el Eibar no mereció menos por su rebeldía frente a la inferioridad y una capacidad superior de lucha, el equipo de Escribá evidenció que más allá del once que repitió por tercera jornada seguida se encuentra el abismo más profundo. El técnico quitó a Giuliano y Azón y amputó el ataque con Gueye y Puche de relevos. La maldita inmadurez de unos y otros y la pasividad del entrenador para tapar fugas evidentes sesgó la felicidad completa.
Eibar: Zidane, Venancio, Berrocal (Rios Reina, 76’), Sergio A. (Tejero, 46’), Matheus, Rahmani (Vadillo, 46’), Javi Muñoz, Corpas (Nolaskoain, 80’), Bautista (Arana, 76’), Stoichkov, Arbilla.
Real Zaragoza: Álvarez, Nieto, Jair Jr, Lluís López, Fran Gámez, Jaume (Makhtar Gueye, 78’), Francho, Bermejo (Larra, 88’), Iván Azón (Vada, 78’), Giuliano, Bebé (Zapater, 78’).
Goles: 0-1 M.45+3 Jair. 1-1 M. 77 Tejero.
Árbitro: Caparrós Hernández (valenciano). Amarillas: Gámez, López, Puche/Stoichkov, Berrocal, Arbilla,Chema. Tarjeta roja: Vadillo (67’).
Estadio: Ipurúa. 6.253 espectadores
Realmente desesperante la incapacidad del equipo para explotar la superioridad numérica. Ya en la Romareda y frente al mismo equipo, que quedó con diez jugadores en ese partido, no se supo ganar.
Lo de anoche fue simplemente vergonzoso. No puedo entender como el Eibar jugaba más tiempo en nuestro campoque en el suyo. Gracias al Var no se perdió el partido.
En el fútbol está casi todo inventado y la superioridad numérica se aprovecha ensanchando el campo y abriendo las bandas. Nada de eso se hizo por la cobardía y el carácter pusilánime del equipo.
Me enfade mucho anoche.