Eterno Sergio Pina, eterno Lince

Este tipo de homenajes dedicados a personas que sufren enfermedades sin billete de vuelta siendo pasajeros además de un viaje cruel por doloroso y consciente, vienen a situarnos una vez más en el lugar que estamos, la vida en mayúsculas y en minúsculas. No hay nada más y nada menos. Algo tan hermoso que viene y se va sin avisar. Que tarde o temprano te roba lo que te ha regalado. Sin embargo, en el programa que el periodista Sergio Sande ha emitido a través de su canal de Twitch dedicado a Sergio Pina, enfermo de ELA, se produjo un pequeño milagro: el ser humano congeló el tiempo durante casi tres horas para obsequiarnos con el Sergio Pina eterno, al que todos sus biógrafos recuperaron para ensalzar su calidad humana, su amor por el fútbol, su simpatía, su capacidad enciclopédica y su relación con su esposa, Miriam Moleón, inseparables cómplices de una afición y de una pasión. Miriam fue nombrada en incontables ocasiones y nunca como heroína, sino como parte indisoluble del jugador y entrenador aragonés. Por lo tanto, el homenaje derivó hacia ambos, que son uno.

Los mensajes de cariño y apoyo y las anécdotas y recuerdos se sucedieron desde la sinceridad, la proximidad y el respeto. En estas situaciones es fácil dejarse caer en los brazos de los superlativo para consolar al personaje y sus familiares. En todo momento, al galope entre vídeos e intervenciones en directo, con la cuenta bancaria y el Bizum (que se bloqueó) echando fuego por las donaciones, las palabras sortearon la grandilocuencia y fluyeron con naturalidad. Seguramente porque Pina ha inspirado franqueza en el fútbol aragonés, en el fútbol como concepto universal. Amigos y compañeros, en muchos casos emocionados, elogiaron su personalidad cercana, su don para implicarse al cien por cien en todo lo que tuviera que ver con este deporte. Como futbolista del Silos y del Real Zaragoza y como técnico en banquillos y en campus. Como ejemplo de vitalidad, compromiso, simpatía, nobleza y lealtad... Sí, aunque cueste creerlo, hay tipos así porque hay testigos que lo confirman desde el corazón, y en ese emplazamiento íntimo reina lo auténtico.

Su gran conquista la está logrando quizás ajeno a ella, inhabilitado y sufriendo. Una victoria tallada en 44 años de vida intensa, sobre el escenario del fútbol, representando papeles principales y secundarios con idéntica responsabilidad. Sergio Pina es hoy la visibilidad de la ELA, un padecimiento irreversible al que los gobiernos dan la espalda en la investigación y en las ayudas económicas a los enfermos y sus familias porque consideran que lo que no tiene cura hoy no merece la mínima atención. El homenaje abofeteó esa ignorancia, un inmovilismo político bochornoso y solicitó que se invierta en investigación. Para, quién sabe, un día lo menos lejano posible un niño enamorado del fútbol, con dos buenas piernas y un juego aéreo notable pese a no ser alto, pueda jugar en el equipo de Los Linces libre en su porvenir de la crudeza de este tipo de enfermedades. Que la vida, en mayúsculas y minúsculas, nos robe lo que nos regaló pero con la dignidad que merecen Sergio Pina y Miriam Moleón. Eternos.

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