Giuliano, Azón y Mollejo. Jóvenes guerrilleros para una delantera visiblemente coja, por el momento, de un goleador por sí mismo. El Real Zaragoza ha tomado una dirección hasta cierto punto atractiva, pero también muy arriesgada si antes del primer encuentro de Liga no suma a su artillería un futbolista capaz de incendiar el área y su periferia sin la necesidad permanente de ayuda. De los tres, si somos sinceros, solo el zaragozano asoma como un rematador de garantías. El hijo del Cholo viene de quemar redes en la quinta categoría del fútbol español, por lo que es una moneda en la tormenta, y Mollejo, un agitador revoltoso e incordiante, nunca ha destacado por ser un finalizador habitual. La suma de lo tres, en este verano abrasador y después de diez años de expulsión del paraíso, parece refrescante, pero sin duda insuficiente. Ninguno es un un jugador amenazante en solitario pese a que comparten genética beligerante. Verles en el campo de batalla será un espectáculo gladiador sin espada. Después de dos temporadas en las que el pichichi del equipo no ha superado las diez dianas, el asunto es para tomárselo muy en serio y evitar los experimentos.
Juan Carlos Carcedo suele apostar por un único punta, por lo que o entrega el cetro ofensivo a Azón, algo improbable, o Sanllehí le consigue al técnico esa pieza taladradora capaz de sacar petróleo de la nada con sus propios recursos. El objetivo es ese porque así lo dicta la experiencia en una categoría donde las ocasiones llegan con cuentagotas. La historia reciente del Real Zaragoza expone ejemplos suficientes cuando el conjunto aragonés se ha clasificado para la promoción de ascenso o ha estado muy cerca de lograrlo. Borja Bastón, quizás el más apegado al área, Ángel, Borja Iglesias y Luis Suárez eran estupendos traductores de las asistencias de sus compañeros, pero sobre todo destacaban por su volumen de prestaciones autodidactas para convertir en goles situaciones que requieren el flechazo con la individualidad.
Los dos primeros, además, entraron a La Romareda con cierta fama. El ahora futbolista del Real Oviedo venía, con diez tantos, de ser la punta de lanza del Deportivo que ascendió a Primera con Fernando Vázquez en la 2013-2014, mientras que el tinerfeño, en plena madurez, había hecho sus pintos en Primera, y en Elche, en Segunda, había destacado dos temporadas consecutivas con 15 y 13 goles. Borja Iglesias resultó un acierto pleno de la dirección deportiva. Sus 34 aciertos con el filial del Celta, en Segunda B, causaron revuelo, pero detrás de ese llamativo guarismo había mucho más. El Panda desplegó desde el anonimato para el gran público un maravilloso repertorio que se sustentaba en un truco doble: su enorme interpretación del juego de espaldas y su pulcra y rotunda definición en cuanto descubría el espacio. Luis Suárez era una bestia parda que supo detectar el Watford y que desató toda su ira depredadora en el Real Zaragoza. Un físico poderoso que explotaba con exuberantes galopadas hicieron del colombiano un ariete demoledor sin necesidad de excesivas colaboraciones.
No tiene aún Carcedo ese futbolista que se busca en el mercado. Han aparecido en la lista Simon Banza y Mohamed Bouldini, que encajarían en ese perfil, y un Borja Garcés que se queda a medio camino. Sergio Camello (en la fotografía) es el sueño de Sanllehí. El también atlético es un lujo de delantero, con una versatilidad y elegancia fuera de lo común para su juventud. Por eso tiene ofertas de Primera para una nueva cesión por la que suspira muy de lejos este Real Zaragoza que confía en las condiciones de Azón, pero al que le urge un depredador que sepa cazar más allá de la manada.